Hemos Comido…en El Pastor, pasar por Aranda es sinónimo de comer lechazo en El Pastor, para mí el mejor de la localidad y alrededores.
Si pasas por Aranda a la hora de comer has de tener claro que mejor sitio no vas a encontar para degustar un lechazo asado en un horno de leña desde primera hora de la mañana, el resultado es espectacular.
En esta ocasión veníamos tres compañeros de trabajo de la feria ASLAN, que por cierto resultó una decepción. No conocían este mesón y estaba claro que había que enseñárselo.
Los riñones no los pedimos, por disparidad de criterios y por el hecho de que no tenía ganas de comérmelos todos yo solito; bueno, ganas sí, pero hay otros factores a tener en cuenta.
Así que optamos por un clásico del local, la morcilla, uno de los exponentes de la provincia, de una incuestionable calidad y de una elaboración que se podría calificar de perfecta: crujiente en el exterior y justamente hecha en el interior, acompañada de chorizo de olla, blandito y bien cocido, con poca grasa. El comienzo, como siempre, fue una delicia. Esta morcilla y el chorizo con el pan de torta en aceite arandina resulta digno de mención.
Enseguida pasamos al quid de la cuestión, el lechazo. Emblema de la gastronomía castellana y en este local objeto de culto prácticamante, donde todos los días, desde primera hora de la mañana, se prepara el desfile en perfecta formación de las raciones, rotando por las diferentes temperaturas del enorme horno de barro, hasta que han completado el recorrido y están perfectamente cocinados.
La comida la regamos con un clarete de la casa servido en jarra, fresco y alegre, un vino para beber y celebrar una comida clásica de la meseta.
Con el lechazo la ensalada de siempre, de las pocas que suelo comer y que incorpora una lechuga de verdad, cebolla y siempre alegre de sal y vinagre, un delicioso acompañante para esta deliciosa carne.
De postre, otro clásico del lugar, la tarta de hojaldre que hornean todos los días y que en alguna ocasión ma ha tocado caliente, lo cual eleva a los altares la calidad del postre.
Me gustan los clásicos comedores castellanos, sobrios, la distancia entre mesas y los manteles sobre ellas. Disfruto el buen vino y aprecio el servicio diligente. Y aquí esto se cumple a rajatabla.