Hemos comido…en El Cojo, en Amorebieta, un clásico desde hace muchos años, con buen producto de cercanía, elegancia y buen servicio.
En abril de 1937 ocurrió la tragedia del bombardeo de Guernica. Hemos estado por la zona por motivos de trabajo y aprovechamos para recorrer algunos lugares emblemáticos de la comarca en los que hubo acción bélica en aquellos días. Gastronomía e historia en la misma jornada.
En la carretera de Guernica a Bilbao, a la altura de Múgica, hay un desvío a la derecha que nos sube al alto de Gorozika. Allí pretendíamos conocer el asador Birzkargi-bide, un caserío vasco muy recomendado por quienes lo conocen. Está situado, como su nombre en euskera indica, en el camino al monte Bizkargi, que cambió de manos repetidas veces durante la guerra civil dado su valor estratégico. Desde su cima se alcanzan ya por un lado Amorebieta y Galdácano, por la otra ladera se cae a Larrabezúa y un ejército se encuentra ya con la última y accesible cota de Archanda antes de tomar Bilbao. Así pues, la mayor actividad bélica en aquellos días estuvo en Bizkargi y después en Gaztelumendi, municipio de Larrabezúa.
Volviendo a Gorozika, nos encontramos el citado asador cerrado, por lo que decidimos bajar rápidamente a Amorebieta para visitar un restaurante mítico de la localidad: EL COJO.
Tiene un bar con menú del día y un comedor de carta muy acogedor que nos pareció un refugio más que adecuado en el lluvioso día de abril. El negocio lo atiende ya la tercera generación de una familia que abrió la casa de comidas hace casi 80 años. Esa solera nos quedó patente nada más entrar en los cuidados detalles del restaurante.
Lo primero que nos llamó la atención fue la elegancia de la cubertería. Un lujoso modelo de la marca DALIA fabricado en Guernica con rica decoración. Mi acompañante me informó de que se trata del modelo EMBAJADOR, que se había fabricado desde hace décadas en plata, alpaca, acero plateado y las mejores calidades de acero inoxidable. Sin duda esa elección de cubierto nos estaba dando ya pistas sobre el refinado gusto de la casa.
Todos sabemos la importancia que tiene la cubertería, ya que sin ella no se podría cortar y preparar los alimentos para ingerirlos. Pero en los últimos años, la cubertería ha ido ganando un lugar significativo en nuestras mesas ya que ella influye en la visión general de la comida e incluso en la profesionalidad del lugar. Para todo comensal una buena cubertería marca la gran diferencia en una buena comida. En España existe una gran tradición cubertera, teniendo su máximo exponente en la última fabrica de cubiertos de calidad, estoy hablando de Gernica Cubiertos y Menaje donde se fusionan las siguientes marcas Dalia, Cruz de Malta, Meneses y Magefesa. Guernica ha sido desde 1917 una de las cunas europeas de la fabricación de cubiertos junto a centros tan prestigiosos como Sheffield en Reino Unido, Solingen en Alemania o Thiers en Francia.
Mientras esperábamos nos tomamos un vino en la barra, situada en el bar aledaño al restaurante. Nada más entrar nos tomaron la comanda cantándonos los fuera de carta y pedimos el vino, teníamos ganas de algo tradicional y para ello nada como un Rioja de los de siempre, un Muga. Un crianza de referencia elaborado con un ‘coupage’ de variedades clásicas riojanas: Tempranillo, Garnacha, Mazuelo y Graciano. Poderoso y equilibrado. La añada 2014 está protagonizada por aromas que recuerdan a frutos rojos, moras. En boca es fresco, con un posgusto avainillado.
Comenzaron sirviéndonos un aperitivo de bonito, sobre patata y pimiento. Escandalosamente bueno, la patata calentaba el bonito y producía una sensación similar a un guiso. Bonito de excelente calidad, acompañando al conjunto un aceite muy suave de perejil.
Fuera de carta nos ofertaron unas cocochas. La cococha es para mi gusto la parte más noble de la merluza, y tanto las de merluza como las de bacalao son objeto de mi devoción. Compartimos una ración generosa y emplatada individualnente, estaban rebozadas en su punto sobre una cama de centollo recién desmigado, jugoso y sabroso. Gozo gastronómico en estado puro.
Alfonso se pidió un solomillo con foie. Una buena pieza hecha a su gusto, acompañada de los mismos pimientos que acompañaban al bonito y unas buenas patatas artesanas. Gozó con la ración, que por otra parte resultó de buen tamaño, por lo que con esta dio por terminada la comida.
Yo tomé una de las especialidades de la casa, escalopines El Cojo. Escalopines rebozados y acompañados por grandes trozos de boletus y una salsa potente similar en sabor a las reducciones de tuétano. Las patatas artesanas de buen tamaño y perfecta fritura. Una ración para enmarcar. Llevaba muchas fechas sin probar unos escalopines que me dejaran boquiabierto.
Con el café unas pastas. No tomamos postre pues la comida fue abundante y nos encontrábamos bastante satisfechos.
Un lugar con larga tradición hostelera, ni más ni menos que 80 años a sus espaldas, tres generaciones de calidad y de cocina tradicional fiel al producto de cercanías. Muy recomendable.