Hay un clásico al que no puedo faltar en verano y cuyo nombre es Casa Enrique, en Solares.

Este año acompañado por Abraham y echando de menos a Agustín, que es uno de los que tampoco falla en su visita anual a Cantabria, y por quien ha preguntado nuestro anfitrión.

Abraham se estrenaba en el lugar y como neófito le introduje en el mundo del carico, objeto del deseo en este lugar.

✅Así que comenzamos con unos caricos viudos, que es como se toman y se aprecia la calidad de esta legumbre única en el mundo. El guisote estaba, como siempre en esta casa, de matrícula de honor.

Estofado de bonito. Una novedad para los dos comensales. Un buen tronco de bonito relleno y estofado, algo muy similar a una carne mechada. A primera vista me pareció que iba a estar seco, todo lo contrario: jugoso y sabroso, con una salsa para untar pan como si no hubiera un mañana.

Lengua con tomate. Al ser su primera vez no podía perderse otra de las elaboraciones por antonomasia del lugar y por supuesto disfrutarla.

Albóndigas. A estas llegamos bastante llenos, pero con tiempo y sin prisas terminamos dando buena cuenta de la ración.

Tupinamba. Una especie de natillas que se cubren con un souflé de claras de huevo horneadas.

Siempre me he preguntado de donde vendrá el nombre; de su nombre original (canónigos) sí que conozco su origen, o por lo menos lo que cuenta en torno a él Oscar en su restaurante lebaniego Martín, primo de nuestro anfitrión y nieto de la inventora de este postre.

Por El Mule

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