Hemos Comido…en Vermutería Solórzano, todo un clásico del vermut de Santander y una de mis barras favoritas.
Esto es básicamente la historia de una botella magnun de Huguet: la pasada Navidad compré a Carlos del Portillo, gerente de Ánfora unas cuantas botellas magnun gran reserva para una celebración navideña y alguna más para tomarlas después de las fiestas, el cava resultó una auténtica delicia, diferente a lo que estoy acostumbrado, algo más amargo y con la acidez justa.
Total, que esta botella se me quedó en la recámara y, por mi experiencia, el cava o lo consumes rápidamente o enseguida empieza a tomarse libertades poco propias del vino original.
Así que le pregunté a mi buena amiga Teresa Fernández, sumiller de reconocido y contrastado prestigio (este año va a representar a Cantabria en el III Certamen Nacional de Gastronomía) si podía bajar el magnun al Solórzano para cenar, me cobraba el descorche y de paso cenábamos, a lo que me respondió que no había ningún problema.
Quedamos el viernes y Teresa le comunicó a Rubén Cuesta lo siguiente: «Tienes en la barra a Jesús y Sylvia con un magnun, no tienen fondo ni prisa, a ver que les das de cenar.»
Comenzamos por uno de los aperitivos que no te puedes perder en Solórzano, las gildas label Cantabria, uno de los mejores aperitivos para acompañar un vermut, una cerveza y, por supuesto, un cava. Aceituna de excelente calidad, piparra buenísima y anchoa limpia tersa y de buen sabor. Esto en la gilda de receta original, hay la alternativa con boquerón. Los encurtidos y los vinagres son dos cosas que me chiflan y difíciles de maridar con vinos a no ser con los anteriormente citados, si además los ingredientes son de la calidad de la de estas gildas no puedes parar con dos y terminas tomando unas cuantas.
Segundo aperitivo, unos tomates semi pasificados acompañados de lascas de quesuco de Liébana. El tomate, aún siendo un Cherry, resultó una maravilla, ligeramente acético acompañado de un aceite de justo sabor, un poco de cebollino y rúcula. Muy simple pero justo.
Cena en la barra. Como diría mi padre yo soy hombre de barra, que es donde te da palique el camarero y donde conoces gente. En una barra siempre hay alguien dispuesto a hablar, la mayoría de las veces suele ser una suerte, lo que no quita que en ciertas ocasiones sea una desgracia y te toque el «singingmornings» (cantamañanas, según un amigo mío) de turno, pero a mí siempre me ha gustado la barra y en muchas ocasiones incluso para comer, como fue este caso. Por cierto, antes de empezar nos ofrecieron sentarnos a la mesa.
Otra cosa a tener en cuenta, la musica. Es algo que condiciona mucho, hay lugares que te enganchan por su música y otros que parece que te están echando. En esta ocasión estuvo sonando durante toda la cena La Voz (Frank Sinatra) y El Rey (Elvis Presley), canciones por todos conocidas que sigues con la mente y que no hacen otra cosa que aferrarte al local por lo a gusto que te encuentras.
Ensalada de pechuga de pollo. Similar a un escabechado de verduras, con algún tomate como los anteriores, cebolla pochada, zanahoria también pocahada, escarola y diferentes lechugas. Muy delicada de sabor, jugosa y sabrosa. Yo no soy muy amigo del pollo ni de las ensaladas pero esta me cautivó.
Mejillones cocidos. Mejillón muy bueno, de chicha rellenando prácticamente toda la cáscara, de un tamaño no muy grande y un punto de cocción justo. Me gustaron muchísimo, es más, cada día me gustan más cocidos o abiertos con calor sin más. De esta última manera es como los comemos habitualmente en casa, en la sartén caliente se situan los mejillones que se van sacando conforme se van abriendo tras añadir un poco de agua, cuando están cocidos los sacas a un recipiente, «pa» chuparse los dedos.
Solo quedaron las cáscaras. El mejillón contiene proteínas de calidad, ricos en aminoácidos, con gran valor nutricional: 8 mejillones equivalen a 50g. de carne de cerdo.
Otro de los elaborados de esa noche fueron unas alcachofas al horno y luego planchadas, acompañadas de unos pimientos asados y puré de alcachofa. Estupendas, exquisitas.
Para terminar con lo salado, una ventresca de bonito con un ligero toque de vinagre. La mejor de este verano con grandísima diferencia. Punto justo de plancha y excelente sabor, con un toque de vinagre, sobre unas patatas fritas diferentes. Un fin de cena inmejorable.
Terminamos con un arroz con leche. Caldoso y templado, como debe ser. Lacado con una capa de caramelo fina y crujiente. Tradicional fin de comida con un toque diferente. Buenísimo.
No ha sido una cena, ha sido un todo, una auténtica experiencia sin ningún pero y un rato agradable e inolvidable. Una cena de despedida al verano que no vamos a olvidar.