Nuestro colaborador Antonio del Campo se desplazó a la capital guipuzcoana con ánimo de conocer de primera mano la fama de las tapas y los pinchos de esta emblematica ciudad. Aquí encontrarás un resumen de su devenir gastronómico.
Su origen se debe a un monasterio consagrado a San Sebastián que se encontraba en la actual ubicación del Palacio de Miramar, junto al barrio de El Antiguo. La villa medieval fue fundada por el rey navarro Sancho el Sabio hacia 1180 en las cercanías del monasterio y este estableció en la carta-puebla que la villa se llamara por ello San Sebastián. Como el documento estaba redactado en latín el nombre que aparece mencionado es el de Sanctus Sebastiánus, que evolucionaría en romance hasta dar el nombre de San Sebastián. La Bella Easo es una denominación surgida por la creencia en los siglos pasados de que la antigua ciudad romana de Oiasso o Easo se encontraba en la ubicación de la moderna San Sebastián. El gentilicio easonense utilizado como variante culta de donostiarra y actualmente en desuso derivaba de esta creencia. Recientes hallazgos arqueológicos confirman que la antigua Oiasso se encontraba en Irún y no en San Sebastián.
29 de abril de 2012. Como esta vez la ruta que pretendíamos realizar comprendía sólo la hora del aperitivo, confeccionamos una lista de 5 bares entre los más representativos de la gastronomía del casco viejo de San Sebastián.
Empezamos nuestra gira con el Ganbara, en San jerónimo 19. El sitio es pequeño; pero la muestra de pinchos de todo tipo es impresionante, de las más surtida del casco viejo.
Es un problema elegir entre tanta exquisitez; pero nos decidimos por un hojaldre de txistorra, un bacalao rebozado y un pincho de txangurro. Buenísimos. Como acabábamos de empezar la gira, resistimos la tentación de pedir más.
A continuación dirigimos los pasos al Gandarias, en 31 de agosto 25. El local es algo más espacioso; pero también lleno hasta los topes. Encontramos un rincón libre y pedimos un par de pinchos que habíamos oído como recomendables: una brocheta de chipirón y crepes de bacalao.
Ambos pinchos fueron de lo mejor de la mañana. El crepe estaba acompañado de una especie de pilpil muy suave. Rico, rico. La brocheta también estaba muy sabrosa. Nos quedamos con ganas de probar más.
La siguiente parada en el camino le tocaba a A Fuego Negro, en 31 de agosto 31. A decir verdad fue el único lugar que nos dejó un poco decepcionados. Sobre todo por la atención de los camareros. Nada que ver con Hor Dago!, de Vitoria, que es una sucursal de este local. Lo que era amabilidad y buen trato en la capital de Álava, ha sido un trato cortés ligeramente despectivo aquí.
Para empezar nos dijeron que no tenían carta en español; pero si la tenían en francés e inglés. Tampoco le dimos demasiada importancia y fuimos a pedir un par de pinchos, para seguir con nuestra ruta. En este caso, elegimos un pincho de makobe y una espuma de arroz. No estaban nada mal; pero siguiendo con la mala impresión que estábamos teniendo del local, nos la acabaron de confirmar cuando pretendieron cobrarnos un chacolí de más. La forma en que el camarero se disculpó por el presunto despiste me pareció bastante falsa. Sinceramente lo borraré de una futura lista. Y, repito, nada que ver con su sucursal de Vitoria, de los más amables de nuestra gira por allí.
Menos mal que el mal gusto se nos quitó de golpe con la visita al Zeruko, en Pescadería 10. Este local representa lo más vanguardista de la gastronomía de San Sebastián. La barra estaba surtidísima de pinchos de todo tipo.
En este caso pedimos para empezar la Noguera, una de las especialidades de este bar, que consiste en un pincho de bacalao que lo pasas unos segundos por una miniparrilla al sarmiento. De lo más curioso y original.
Después se no fueron los ojos por unas latitas de callos a la donostiarra, de los más ricos que he probado.
Como la cosa iba bien, decidimos aumentar los pinchos a probar y decidimos dejarnos llevar por el camarero, muy amable, nada que ver con los del local anterior. Nos propuso probar unas rosas de bogavante. Han sido de las experiencias más gratificantes de la mañana. Consiste en una especie de “rosa” de bogavante, servida en un vasito de hielo seco con esencia de rosas. Es de lo más original que he probado.
Nos faltaba rematar la faena. En este caso queríamos terminar con un local más clásico y para ello fuimos un poco más allá, en la misma calle, al Tamboril, en Pescadería 2. Para seguir la costumbre, la barra estaba abarrotada de pinchos más clásicos; pero con muy buena pinta.
Nos decidimos esta vez por un pincho de tortilla con setas y otro de Champis. Muy ricos los dos, sobre todo el de champiñón, que estaba muy jugoso.
Y con éste terminamos nuestra ruta, deseando ampliarla en el futuro con nuevas y, seguro, buenas experiencias gastronómicas.
Por Antonio Del Campo