Hemos Comido…En el meson de Luey, La Jontoya, con una de nuestras cocineras favoritas, Carla.
Marzo 2016. El mesón de Luey, La Jontoya. Se caracteriza por su producto local, apuesta por algo tan natural como acercarse a la huerta de al lado y trasladarlo directamente a la cocina.
Siguiendo la tradición, primero blanco en la barra y tapa, ración de cháchara con los habituales y visita a la cocina pues el restaurante participaba en las IV Ruta de los pucheros de Cantabria y había que probarlo.
Después de la conversación con Carla y quitar un poco la sed probé el guiso con el que competían, una elaboración de garbanzos con boletus y espìnacas. Muy suave, con el gran sabor que aporta el boletus al guiso y el toque de clorofila propio de la espinaca. El chocrizo que lo acompaña era de matanza de cercanías, con el suave toque ahumado característico de este tipo de embutido casero, una delicia.
El menú de las jornadas consistía en los anteriores garbanzos, un lechazo guisado al vino blanco de la solera de La Jontoya y una tarta de calabaza. Precio del menú: 22€.
Al final nos sentamos en el comedor los dos comensales que éramos y optamos por comer a la carta, y por algo que aquí hacen de maravilla, tanto por la elaboración como por el producto.
Comenzamos con una menestra de verduras. Verdura fresca de la huerta más cercana (siempre de algún pariente), punto perfecto el de todas las verduras: judía, zanahoria, penca y alguna espinaca. Plato gozoso, acompañado de unas virutas de jamón que no le quita ningun protagonismo a la verdura y un toque de aceite. Unas verduras de sobresaliente.
Por cierto, los dos primeros los compartimos. Y metidos en verduras tomamos un pisto, natural cien por cien, sabroso, jugoso, de gran sabor y con el toque ligeramente ácido del tomate que nos encanta. Otro acierto de elección y de elaboración.
Mi acompañante (celiaca) tomó unos bocartes, los primeros que aparecen en el puerto de San Vicente, acompañados de una buena ensalada, por el producto y por el aliño. Los bocartes se los rebozaron con harina de maiz y estaban justos de punto. Los primeros de la tamporada ponen el listón muy alto a lo que resta de esta.
Yo no puede resistirme ante la intriga del cordero al vino blanco de solera, y estuvo de los más acertada la elección. Un cordero de una excelente calidad y muy sabroso, bien guisado, sin gota de grasa, jugoso y de sabor diferente a lo habitual pero extraordinario, acompañado de unas patatas artesanas bien hechas y la salsa del guiso estupenda. Otro gran acierto de elección.
De postre no pude resistirme a la tarta de calabaza y no me volvió loco pero tampoco me desagradó, estaba bien sin más, para mi gusto.
Mi acompañante tomo un helado casero de chocolate belga del que comentó lo bueno que estaba.
En resumen, como viene siendo habitual en este lugar, un servico muy amable y eficiente, producto excelente y más de cercanías imposible y un precio de lo más ajustado.
Por El Mule