Cuando el verano aprieta, amigos y conocidos se dejan caer por Cantabria buscando frescor, buena vida y, sobre todo, esa oferta gastronómica que no cabe ni en una guía entera.
Y qué mejor plan que marcarse un buen picoteo un sábado al mediodía, mientras el resto de los mortales se achicharra en la playa. Así que arrancamos la jornada en el mirador del Centro Botín, ese rincón que algunos de los reunidos ni sabían que existía. Desde allí, la bahía a la espalda y la ciudad a los pies… una postal distinta y con sabor a descubrimiento.
Primera parada las Cantabras en el Mercado del Este.
Arrancamos el circuito con la nueva joyita de Las Cántabras en el Plaza del Este, sitio fetén para echarse un vinito y ponerse las botas con raciones a mansalva. Esta vez tocó cava y chicharrones gaditanos, que no se andan con tonterías.
La localización es de categoría, con un músculo gastro que no para de crecer y que cada día mete más opciones al menú. Versatilidad al alza… y nosotros encantados de catarlo todo.
La Mar