Hemos Comido…en El Galeón, mi padre me había oído hablar de este sitio y tenía ganas de venir, así que mejor ocasión que su cumpleaños imposible.
Julio 2016. Mi padre siempre ha sido buen comedor y bastante sibarita, como la mayoría de la gente que conozco le gusta lo bueno. En otro orden de cosas, ha sido marino, jefe de máquinas, la mayor parte de su vida la ha pasado viajando por el mundo y probando de todo, por lo que tiene una gran experiencia gastronómica.
Aunque ahora ya con 84 años lleva una dieta controlada y baja en sal, pero sábados y domingos se desquita, aunque manteniendo siempre cierto cuidado. Salimos a comer parte de la familia y entre ellos mi padre que cumplia 84 años y mi tía que ha superado ampliamente los 90.
En la familia de mi padre siempre han sido aficionados al marisco y al pescado, pero sobre todo al marisco, así que El Galeón viene que ni pintao.
Comenzamos con un aperitivo de bienvenida de bonito en escabeche. No he comido mejor bonito en escabeche nunca y así nos pareció a los cinco comensales que éramos.
Continuamos con las famosas rabas de peludín de Agustín, que gustaron a todos. Por cierto, pedimos media pues si no se las comen y no son precisamente muy digestivas para algunos.
También nos tomamos unas cigalas a la sartén. Como siempre resultó todo un acierto, punto perfecto, hechas en su jugo sin abrir, buenísimas.
Otro de los comensales tomó zamburiñas, a mí la verdad es que cada vez me llaman menos la atención, pero estaban buenas.
Una ración de arroz con rape y bogabante, que nos encandiló a los comensales que lo tomamos. Lo que sobró me lo llevé a casa para cenar.
Otros comensales tomaron besugo, muy de su agarado pero de aquí sí que sobró debido a lo desmedido de las dos raciones y de lo ya comido. Por cierto, con un punto justo de plancha.
En los postres, las incomparables trufas de Agustín, incomparables por tamaño y sabor, con un toque de licor y naranja amarga, vicio total.
En resumen, una nota interesante pero una media de precio muy ajustada, a unos 30€ por barba, mejor precio imposible.
El homejaneado se fue encantado y mi tía también, encantados y tibios de comer los dos pues lo hicieron a las mil maravillas.
Por El Mule