Hay comidas que se te quedan grabadas en la memoria, no solo por lo que comes, sino también por cómo las vives. Eso es precisamente lo que me pasó en El Tronky, en Pedreña. Un lugar donde la cocina se prepara al ritmo pausado y sabio de la brasa, y donde el mar llega directamente al plato sin filtros innecesarios.
Este local, con merecida fama desde hace años, es de esos sitios que no necesitan presentación entre los amantes del pescado bien tratado. Aquí no hace falta que te sirvan rodaballos de pedigrí o lubinas con árbol genealógico. En manos de Pedro Guevara, nuestro maestro asador de confianza, incluso unas humildes sardinas se convierten en una experiencia gastronómica de primer nivel.
Y precisamente de eso iba la jornada: de sardinas y bonito a la brasa. Una tradición veraniega que arrastramos desde que tengo memoria. Antes peregrinábamos por los clásicos de la costa cántabra —La Maruca, Cueto, Somo, Pedreña…— en busca de unas buenas brasas. Pero cada vez quedan menos sitios donde se respete el fuego como se merece. Así que, en los últimos años, El Tronky se ha convertido en nuestro santuario.
La comida empezó fuerte con unos percebes que sabían a mar puro. Porque, seamos sinceros, mucha carne no tienen, pero sabor… ¡Todo el sabor del Cantábrico concentrado en un bocado! Para mí, son como un sorbo de ola en día de galerna.
Después llegaron las navajas, otro clásico de Pedreña. Recuerdo su fama desde que era niño, y no es para menos. En más de una ocasión me he acercado a pescarlas yo mismo, con el paquete de sal en una mano y la otra lista para atrapar al molusco cuando asoma por su cueva con forma de cerradura. Es una especie de ritual veraniego que mezcla paciencia, salitre y emoción.
Y entonces llegaron ellas: las sardinas. Qué decir… Perfectas. De tamaño, de grasa, de punto de cocción… No las recuerdo mejores.Las comimos como manda la tradición: con un trozo de pan en la mano y los dedos como cubiertos. Porque cuando algo está tan bien hecho, lo mejor es no complicarse.
Pero la cosa no acabó ahí. Cuando nos sentamos, surgió la eterna duda: ¿bonito a la brasa o ventresca? Al final nos decidimos por la ventresca, y qué acierto. Una pieza generosa, jugosa, con ese punto de grasa que la hace casi mantequilla marina. Nos costó terminarla, pero cada bocado mereció la pena. Sin exagerar, creo que es la mejor ventresca que he probado nunca. Va directa al top de mi memoria gastronómica.
Y todo esto, claro, bajo la batuta de Pedro Guevara, que nunca falla. Un maestro asador que entiende el fuego como un arte y el producto como un tesoro.
Por El Mule
Histórico de visitas a El Tronky
Ubicado en: Bo. el Muelle, 39130 Pedreña, Cantabria
Teléfono: +34 942 50 00 18
Instagram: @asadoreltronky