Barrera es una rara avis en la gastronomía madrileña actual. Un restaurante alejado de las tendencias, de las cartas clónicas, de los detestables instagrammers. Recientemente leía al gran crítico gastronómico Tom Parker Bowles (sí, el hijo de la reina consorte británica) referirse a un restaurante como “No slavish adherence to trends” (sin ninguna adhesión servil a las modas) e inmediatamente pensé en Barrera. Es una casa de comidas tradicional donde se degustan platos clásicos bien cocinados y con excelente producto. Dicho esto, también es un restaurante al que hay que venir advertido en la primera visita (como fue mi caso) de que lo que se va a encontrar es como mínimo pintoresco. Cuando se entra en el restaurante te encuentras un bar, con su barra y sus mesas, completamente vacío. Con dudas te adentras hacia los baños (por cierto, muy dejados, con urgente necesidad de un lavado de cara) y te encuentras, para tu sorpresa, el comedor a mano izquierda, tras la cocina. Aparece entonces el alma mater del restaurante, Ana María Barrera, una señora amabilísima, que te lleva a tu mesa. Casi se sorprende de que hayas elegido su restaurante. “¿Cómo nos has conocido?” pregunta. Es cierto que Barrera está muy lejos de las notas de prensa y de las agencias de comunicación. En mi caso llegué a él tras las encomiables palabras de personas en las que confío en su criterio gastronómico. La sala es elegante, mantel de lino, cuadros con gusto en las paredes y servicio atento. Otro aspecto que al nuevo (como era mi caso) sorprende es que no hay carta. La sra. Barrera te explica lo que hay en el día (sin detallar los precios).
Para ir sobre seguro nos dejamos aconsejar y nos recomendó sus platos más celebrados: comenzamos con un aperitivo de la casa, una ensaladilla con almendras y pipas de calabaza tostadas,que presentan en cucharas, muy sabroso.
Comenzamos con unas patatas revolconas, estupendas, con un torrezno de los mejores que he comido en los últimos años, tanto por la proporción de carne y grasa como la fritura del mismo. Seguimos con un guiso de setas de cardo con un sabor extraordinario. Volvería sin duda solo por este plato de setas.
NOTA: las fotos son de las presentaciones individuales de raciones divididas entre tres comensales.
A continuación sus albóndigas de ternera y cabrito. También estupendas. Como plato principal tomamos el asado de cabrito, que fue el que menos me gustó, quizá no era una pieza demasiado agraciada, o que no tenía ganas de chupar los huesos, que es lo que se merecía. Un detalle muy de agradecer es que pedimos todo para compartir y nos emplataron individualmente cada ración a cada comensal.
Obviamente la calidad hay que pagarla y este restaurante no es barato (precio medio entre 50 y 70 € por cabeza). En cualquier caso, merecido. Un gusto venir a esta casa.
Por Abraham (@Mr_Abraham)
www.andanzasgastronomicas.com
Barrera
C. de Alonso Cano, 25, 28010 Madrid
Tel: +34 915941757