La tradición pesquera en una ciudad como Santander es algo innegable, cualquier ciudadano de este municipio y alrededores no puede negar la influencia de la bahía en su vida, la mayoría de la gente tiene alguna relación con el mar en este municipio.

En mi entorno no conozco a nadie que no lo tenga, mi padre marino, mi hermano marino, un amigo marino y el resto de ellos como minino marinos de alma, como es mi caso.

Mi vida siempre ha rondado en torno al mar, he buceado durante años y la constante de la pesca siempre ha estado presente en mi vida. Me incio en esta vida mi abuelo y mi tio Antonio que eran dos autenticos enamorados de la pesca, desde que tengo uso de razón me recuerdo por los andurriales de puertochico, husmeando bien la llegada de los pesqueros, bien bajando a los pilotes a coger plomos y anzuelos, llendo a Pedreña a coger cambaros y esquilas o a seguir a las pedreñeras a recoger las gurruñañas que no querían. Ya a partir de los catorce años llendo en bicicleta con mi amigo del alma a bucear a Ajo con la consecuenta paliza. Mas de las andanzas podrían ser por los arenales o por el Palacio de la Magdalena (donde no se podía entrar por aquel entonces) y nos colábamos por algún agujero de la verja, o por la zona del pesquero donde esta campsa a coger gusana y almejas, de donde nos tuvo que rescatar una excavadora pues nos engullia el barro a mi primo y a mi.

En fin en la mayoría de las familias santanderinas existe una tradición similar, bueno a lo que vamos. Hace unos días a lo largo del pasado verano “2007” decidi introducir en esta tradición a mi hija, digna heredera de tal tradición, ya experimentada buceadora. Total que nos fuimos unos amigotes con los niños a los arenales a enseñarles las diferentes técnicas de pesca en estos lares, a diferenciar los agujeros de las diferentes especies en la basa o arena . En la mañana de autos después de un rato enseñandoles agujeros de muergo, con forma de cerradura, (de la antiguas), de berberechos, de almayuela etc., se nos acerca un caballero con aspecto chulesco diciéndonos que si tenemos licencia de marisqueo. La respuesta es obvia NO, nos dice que entonces no podemos seguir haciendo lo que estábamos haciendo pues seriamos multados, el rebote de la gente fue descomunal, bueno total decidimos seguir y edicarnos unica y exclusivamente a la docencia. Total que volvió a la carga el vigilante o lo que sea , “que no podíamos estar en aquella zona pues estaba acotada” , bueno ya se monto la gorda, al final aparecieron las diferentes profesiones de los acompañantes entre ellas la de un abogado, y la discusión se zanjo con una amenaza de denuncia por parte de nuestro amigo letrado.

A final seguimos a nuestra bola sin poder pescar y sin poder enseñar las diferentes técnicas de pesca en el arenal, bote para la pesca de cangrejillo, varilla para muergo, sal para muergo, gusana de flor, coco etc.

Y esto me lleva a una reflexión.

Mi abuelo y mi tio tenían ese vicio por la mar por que esta les brindaba de un aporte gastronómico a su dieta, que de otra manera no habrían podido obtener, una parte muy importante de la dieta en la época de la postguerra provenía de lo que eran capaces de pescar en su tiempo libre, si hubieran que tenido que darse de alta en el régimen de marisqueo no hubieran podido sacar adelante a su familia.

Hoy en dia una familia sin recursos económicos no podría comer, o dar de comer a su familia de lo que pescara en la bahía pues se encontraria con este impedimento o debería darse de alta como mariscador, dedicarse al furtivismo, o en su defecto a delinquir en otros entornos.

Siempre habrá razones a favor y en contra del reglaje de la pesca pero ya de hecho no podremos continuar con esta tradición pesquera familiar.

El Mule

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