Como anunciábamos en un artículo anterior comenzaron las XIII Jornadas de la Matanza en Casa Lucas, no pudimos resistirnos.
Enero 2015. Nos acercamos a Correpoco a «investigar» esas jornadas con tan buena pinta. Cuatro hermosos cerdos criados en casa Lucas, esto ya es una garantía. Antes de sentarnos a la mesa nos dimos un paseo por la reserva del Saja, toda nevada y bellísima.
Bellísima y en algunos lugares invisible debido a la niebla, una buena forma de abrir el apetito y quemar algunas calorías, andar un rato por la nieve.
Que bueno llegar y encontrarte una chimenea, un elemento arquitectónico alienante, puedo pasarme observando las llamas que alberga horas y horas, no sé que tiene el fuego que resulta hipnótico y más aún en los fríos días de invierno.
A la entrada, la carta, con un menú degustación que era a lo que íbamos, con un buen precio 20€. Menús y precios en la puerta para que nadie se llame a engaños.
Antes de pasar al comedor un blanquito en la barra, un blanco de solera, famoso por los alrededores por su calidad y bien conocido nuestro. De tapa aceitunas y sopa de ajo. Empezando de maravilla, algo caliente y lévemente picante te pone a tono para comenzar una comida potente como la que se avecinaba.
Nada más sentarte y tomarte nota te ponen pan de su panadería, un pan artesano del que ya hemos hablado en otras ocasiones, y la ya clasica pasta de hígado, igual de buena que en anteriores ocasiones y aperitivo tradicional de la casa.
Comenzamos con los primeros, servidos en una fuente común y acompañados de miel de brezo, contenían: costilla frita, torreznos, borono, morcilla y picadillo. La costilla bien frita y crujiente, los toreznos tostada la grasa y jugosa la hebra, nada que envidiar a los sorianos, una suave morcilla con sabor poco especiado, como a mi me gusta y un borono auténtico de los que ya no se ven por ninguna parte. Para terminar con un picadillo o jijas, picantes lo justo. Por cierto, al que quisiera le sirven a parte un poco de miel para acompañar, mi acompañante lo tomó y le gusto. Un comienzo de lujo.
Este día en el menú había garbanzos con callos, que se tomó mi acompañante. Garbanzo de pequeño calibre por el cual no me hizo falta preguntar al ver como iba vaciándose el perolo.
De segundo yo tomé callos. Ojo, no son unos callos a la manera tradicional, son justo como los hacían en mi casa. Llevan parte de vaca y parte de cerdo, si se hacen solo de cerdo son muy brutos al paladar. Estos también incorporan pata, morro y careta, lo que les confiere una textura algo más gelatinosa si cabe. Deliciosos, un sabor del que no tenía noticia desde la última vez que los hizo mi abuela y que inmediatamente me llegó al recuerdo. Les pedí que me sirvieran media ración pues ya iba bastante servido, a lo que creo que accedieron no sin antes insistir en acompañarlos de un huevo frito y unas patatas, algo a lo que hubiera cedido en caso de ser plato único, pero con lo que no hubiera podido en estas circunstancias y si hay algo que me fastidie es tirar comida.
De postre una bola de helado para mi acompañante y para mi unas tierras de chocolate y sorbete de frambuesa.
Una comida tradicional como se hacía hace bastantes años y que se está olvidando. Comida de economía de subsistencia hace unos años, hoy en día un lujo dificil de encontrar. Todavía os queda la semana que viene para probarlo, acercaros pues merece la pena. Un menú degustación de 20€. Eso sí, es cambiante, depende de lo que les quede en la despensa, cuatro cerdos dan para lo que dan, no se pueden estirar. Ya os digo, como antaño.
Por El Mule