Hemos Comido…en Villallano, muy cerquita de Aguilar de Campoo, una comarca donde se funde Cantabria y Palencia, muy cerca de la montaña palentina, una parte de Palencia muy especial y fronteriza con Liébana.
Mayo 2018. Cada vez que ando por esta zona busco algún lugar diferente para comer, ya había ojeado un sito que por ahora guardaré en la agenda para una próxima visita, pero es que vi este y me apeteció más.
La casa, en sus orígenes, era una cuadra propiedad de la familia que fue comprada por el abuelo de los actuales dueños, el señor Ticiano y con el fin de recordar a aquellas personas que estuvieron y trabajaron en este lugar decidieron que siguiera llevando su nombre.
Nada más llegar y aparcar, al abrir la puerta me encontré con esta preciosa perra pastor aleman con unas ganas locas de jugar, como si me viniera a buscar al coche para llevarme al restaurante, pues su dueño se encontraba en él tomando un blanco. Así que tras un rato con la perra me dirigí a comer.
Su cocina se fundamenta en la calidad de los productos y una cuidada elaboración, que pretende recoger la amplia y variada gastronomía de la zona norte de Palencia.
El restaurante está dirigido en los fogones por Francisco José Fossati, que tras años trabajando en diversos restaurantes, entre ellos con Alberto Solueta, se dedica a desarrollar una cocina renovada, una relectura de los platos y productos típicos de esta zona, tratando siempre de que los productos no pierdan el punto y el tiempo con el fin de mostrar todas sus cualidades y esencia.
Como encargada de las mesas está Elena Montiel, quien guía y aconseja al comensal tratando de que comer se convierta en una buena experiencia.
La carta da gusto verla. Los entrantes son bastante clásicos. Contempla diferencias con la oferta habitual de la zona en los primeros, donde tiene una gran importancia los productos de la huerta palentina. Las ensaladas son algo diferentes, como la de codorniz escabechada con soja y miel o la de acederas y chipirones, la de vieiras a la plancha con verduritas al Martini, etc. Los pescados también están presentes, pero imperan las carnes, y el lechazo es el rey de la carta.
Como aperitivo, ajoblanco, sardina ahumada y pasas. Muy bueno de sabor, pero con una textura algo diferente a lo que estoy acostumbrado, más grumosa.
De primero pedí una ensalada de chipirones y acederas. La ración era enorme, con ella se comía y de sobra. Unos maganos perfectamente hechos en primera cocción y por ello de muy buen sabor, acompañados de cebolla pochada, pero cebolla pocahada de verdad, unas acederas y un pastel de calabaza en láminas que recogía los jugos de los calamares. La cedera aportaba cierto toque acido similar al limón. Muy buena presencia y excelente elaboración.
De segundo pedí falda con trufa encebollada. Una elaboración a baja temperatura que consigue que la falda se deshaga. El corte de falda es el más barato del vacuno, de él se obtiene el churrasco, pero también incluye algún despiece poco conocido y valorado, es la parte baja de la costilla, donde ya no hay hueso, es un trozo tierno y sabroso, pero poco vendido.
El resultado salta a la vista, una elaboración jugosa y sabrosa, con el aliciente de que la grasa ha desaparecido tras una larga cocción, parte de esa grasa se destina a generar la jugosidad de este guiso, junto con los jugos procedentes de la cocción.
La ración resulta generosa, como la anterior, así que el postre lo dejo para otra ocasión, ya que la comida resultó copiosa y todavía me quedaban unos cien kilómetros hasta casa. Ciertamente que el sitio merece la pena, buena atencion, buen precio, calidad y cantidad. Os diré que con lo que comí comen dos personas perfectamente, y sobre todo bien hecho. Todavía queda mucho que explorar en la carta, pero el lugar marca un antes y un después en la gastronomía de la zona.
Calle Concepción 0 34815 Villallano Palencia