El pasado viernes 22 de febrero, de camino al Museo Nacional de Arqueología, llamó mi atención el restaurante del espectacular hotel Shelbourne, cerca de Stephen Green.
En otras ocasiones ya me había fijado en el lujoso alojamiento, pero nunca había coincidido con la entrada del restaurante, así que decidí hacer una reserva para degustar uno de los menús que ofertaban ese mismo fin de semana.
Al llegar no tenía muy claro cual de las dos puertas conducía al restaurante, por lo que pregunté en la cafetería y me indicaron.
Se nos dio una fantástica bienvenida. Además, tuvieron el detalle de guardarnos la ropa de abrigo para que no estorbase durante el almuerzo.
Tal y como se puede observar, en el menú disponen de diversas opciones y, casi todas, aptas a la dieta sin gluten, menos los postres, todo en un principio se podría adaptar.
Decidimos compartir todos los platos, como siempre me gusta hacer si tengo la opción de ir acompañada, para así poder probar de diferentes cosas.
Como primer entrante escogimos el salmón Castletownbere con mayonesa de wasabi, gel de limón y aroma de aceitunas verdes. Desde que llegué a Dublín tenía ganas de comerlo ya que estaba presente en todas las cartas e imaginé que sería algo típico de comer aquí. Estaba muy bueno, pero he de decir que la ración se me hizo un poco pequeña.
El otro escogido fue la crema de apio con aceite de trufa. Estaba espectacular, me recuerda a la que me hace mi madre, que tanto añoro, de calabacín. Tendré que volver para poder comerme uno entero yo sola, después de probarlo no lo quería compartir.
Como plato principal escogimos un risotto de setas. Este llevaba queso de oveja de Cratloe Hills y trufa. El arroz estaba en su punto ideal y nos dejó muy buen sabor de boca. Tanto mi acompañante como yo somos muy arroceros y, después del que tomamos el primer día de su llegada a Dublín, que no nos dejó muy satisfechos, teníamos ganas de tomar otro y con este desde luego que sí acertamos.
El otro plato principal fue bacalao a la plancha con espárragos trigueros, puré de coliflor y alcaparras, acompañado de patatas cocidas con piel. En mi casa estamos acostumbrados a comer este pescado, ya que a mi padre todas las navidades los de “Bacalao Giraldo” le obsequian con este pescado originario del Atlántico. Esto significa que tenemos el listón muy alto y las comparaciones son odiosas una vez pruebas algo así. Este no se quedaba atrás, no había más que ver como se desmenuzaban las láminas del mismo y el sabor que tenía.
De postre, solo había opción de adaptar dos para que fuesen sin gluten, por lo que no hubo mucho que pensar, nos lo pusieron fácil. El primero fue posset de limón con compota de ciruela, envuelto en lo que para mí sería un macarón hueco, era básicamente almendra y azúcar, junto con almendra caramelizada. Estaba de vicio.
Por último, crema Chatilly con Pavlova de frutos rojos. La base tenía mucha similitud a la textura del queso fresco de La Jarradilla y combinaba muy bien con la mezcla de la parte superior, que era una especie de mermelada de fresa líquida con fresas en vinagre.
Hasta ahora ha sido, sin duda, el lugar con el mejor servicio que me han ofrecido de todas las salidas que he hecho, quizá porque el hecho de ser un hotel. El sitio era muy elegante, si algún día tuviese que invitar a comer a alguien y sorprenderle elegiría este lugar.
Sin lugar a duda repetiré. En conjunto, la calidad y el tamaño de los platos, el servicio, la comodidad y precio, lo calificaría con un 9.5 sobre 10.
27 St Stephen’s Green Dublin Irlanda +353 1 663 4500