Hemos Comido…en La Yerbita, vuelta a Sobarzo. ¿Nos habíamos olvidado de Alberto y Marián? No, eso es imposible, sencillamente se nos complican las cosas.
Enero 2014. El lugar sigue con el mismo carácter acogedor de siempre, la barra con aspecto de tienda de ultramarinos y el comedor de abajo invitan a sentarse. Y si es invierno y la chimenea está encendida, como en esta ocasión, mucho más. Así todo hay que hacer barra y tomar un aperitivo antes de sentarte.
Comenzamos tomando una de las cervezas gastronómicas de VG Noster Brewery. Una cerveza que nos encanta y con la que seguimos después durante la comida. La botella es de tres cuartos, libre de aditivos químicos, libre de pasteurización y sin filtrar.
Conocimos al nuevo inquilino que hace compañía al loro (Cuqui) que habitualmente nos encontramos a la entrada, es ente caso un pequeño cernícalo americano, creo.
La oferta de vino, como suele ser habitual, sigue creciendo gracias a Alberto, prueba de ello es el cambio de cajas en el acceso a la planta superior.
Cada vez que nos acercamos nos fijamos en que hay algo que cambia o que se añade. En esta ocasión me llamó la atención unas ristras de ajos y cebollas.
Nos presentaron a uno de los componentes de nuestra próxima comida: una trufa de origen italiano con el marcado y característico olor a gas butano. Luego he sabido que este gas es inodoro y que su característico olor se lo añaden los distribuidores para detectar escapes. A mí, a veces, me huelen a yodo, a mar, pero no siempre y esta sí que olía así.
Nos presentaron la carta y al final comimos con todo lo que había fuera de ella. Comenzando con unas verduras al wok, sin ningún tipo de aditivo, naturales, aceite de oliva sal y golpe de wok. Brócoli, pimiento, champiñón, tomate cherri, etc. Buenísima tanto de punto (al dente) como de calidad de las verduras, recomendable.
Continuamos con otro fuera de carta, unos callos de bacalao a la madrileña. Elaboración similar a los tradicionales callos, pero con la vejiga natatoria del bacalao, textura gelatinosa y sabor muy parecido a los callos. Como nota anecdótica y que me gustó, incorporaban un poco de patata guisada a la vez que los callos, lo que añadía una textura distinta al guiso y hace que la patata se impregne del sabor quedando buenísima. Muy buenos.
Por cierto, toda la comida fue compartida, más que nada porque nos apetecía lo mismo y así hay más opciones de probar cosas. Continuamos con algo que nos habían recomendado y que a mí no me suele llamar la atención: unos huevos trufados con patatas y boletus. Los huevos me suelen sentar bastante mal, me producen ardor de estómago, lo que me lleva directamente al Almax. En un principio me negué, pero insistieron tanto en que los probara que terminaron convenciéndome.
Unos huevos poché, en su punto, ya trufados, acompañados de trufa boletus edulis y patatas. Una auténtica delicia, simple, tradicional y delicioso. Por cierto, los huevos me sentaron de maravilla.
Para terminar con la comida, un taco de atún con soja y wasabi. Planchado perfectamente, como más me gusta es en crudo, pero este tenía un excelente punto de plancha, crujiente por fuera y crudo por dentro pero caliente. Delicioso y muy generosa la ración. La mezcla de soja con wasabi es algo que me gusta un montón y que acompaña de maravilla a bastantes pescados entre ellos el atún.
Resumiendo, La Yerbita sigue igual que siempre, ofreciendo calidad a buen precio, preocupados por la atención al cliente y con una excelente y diferente carta de vinos.
El precio dentro de lo esperado, como siempre ha sido en este lugar.
Por EL Mule