Hemos Comido…en Los Trasmallos, siempre pensé que era tresmallo pero parece ser que estaba equivocado.
Un trasmallo es un arte de pesca constituida por tres paños de red colocados superpuestos, de manera que mientras los dos exteriores tienen la misma luz de malla, el central es más tupido y de mayores dimensiones, de manera que al montarse los tres conjuntamente sobre las relingas se forman bolsas en el paño central, en las que quedan atrapados los peces (se «enmallan»). Vamos, una escabechina y por supuesto prohibido en la actualidad.
Pues la verdad es que no hemos comido, ni pienso ir a comer a no ser que me vea obligado a ello. Todo surge en un paseo por el Barrio Pesquero explicando a no foráneos vida y milagros de tan emblemático barrio santanderino. Cuando a uno de ellos se le ocurre ir a picar algo y tomar un blanquete de paso. El lugar elegido fue la barra de este restaurante. Pedimos los blancos y los acompañamos de unas rabas, bastante decentes y dos raciones de salpicón. No me opuse de entrada a este último por educación y dada la animosidad del personal por tal ración decidí hacer la callada por respuesta. El salpicón es, a mi modo de ver las cosas y salvo excepciones, el recurso del pescado y marisco poco fresco. Una manera de usarlo sin tirarlo es cocerlo, limpiarlo y sumergirlo en aceite y vinagre. La verdad es que hay excepciones, como ciertos lugares especializados en el mismo, que te lo cuecen y aderezan en el momento, pero este no era en caso. Nos sirvieron un salpicón inundado por el infame surimi subproducto derivado del pescado, con cuatro gambas de esas congeladas canijas superenroscadas, un langostino achicharrado por las décadas que llevaba inmerso en el vinagre, cantidad de trozos de pimiento enorme, tanto rojo como verde y otro tanto de cebolla, avinagrado a más no poder, con cantidad de aceite, acompañado de toneladas de huevo cocido y, ahora viene lo mejor, cuatro trozos de rape que sabían a amoniaco «que jodían». Solo me cabían dos opciones posibles, o se les había caído el limpiacristales en el rape o estaba más pasado que la «tana».
Protesta al canto, ya la educación se me fue por la «pata abajo» como decimos en Puertochico, respuesta del camarero :
Es que si no están acostumbrados a un pescado tan fuerte como el rape, por otro lado pescado azul, se le hace muy fuerte el sabor del mismo.
En esos momentos y ya más quemado que la «moto de un hippy», le respondo: «Los barcos que atracaban enfrente en la dársena del pesquero los llevaba mi padre, el cual era inspector de los mismos, trabajó durante años para Daniel Ponce (famoso armador cántabro), mi hobby principal es bucear, llevo haciéndolo desde los 10 años y el rape no es un pescado azul. Haz el favor de llamar a tu jefe y cambiarnos estas dos raciones infames por algo comestible».
Pues ahí no acabó la cosa, dado que el susodicho seguía insistiendo en la bondad del pez. El asunto empezó a desmadrase. Total que al final le digo: «Mira, cóbrame las raciones, pónmelas en una bolsa y ya nos veremos las caras cuando no tenga que estar tan comedido debido al acompañamiento».
Al final y viendo que las cosas se torcían decidieron no cobrarnos los salpicones, pero lo suyo nos costó. El problema de todo esto es que se lo cuentan a alguien que no sabe de qué va la cosa y termina colando, se lo comen y al final terminan en el hospital con una intoxicación de mil demonios, y si te he visto no me acuerdo.
Marqués de la Ensenada (Barrio Pesquero) Santander 39009