Se trata de la cabecera de un pequeño valle de origen fluvial labrado sobre materiales arcillosos por un torrente de montaña, el río de Rubionzo. En este paseo predomina al ser vivo más bello de la creación después de la corista, el árbol.
El bosque atlántico, en forma de un extenso robledal que coloniza la ladera orientada al Norte, los restos de la actividad ligada a la generación de energía desde el siglo XVIII mediante el aprovechamiento de los recursos hidráulicos, y el actual modelo de explotación del medio, semejante al pasiego y basado en la parcelación de la superficie pastable y el cierre de las fincas, son otros de los atractivos de la ruta.
Partimos desde la plaza de Llerana, frente al ayuntamiento de Saro. Abandonamos el pueblo a través del puente que cruza el río Rubionzo, hacia el Sureste, por una pista ascendente que deja a la izquierda una antigua fábrica de electricidad, en funcionamiento hasta la segunda mitad del siglo.
La presencia en el pueblo de la antigua ferreria de La Magdalena, donde se fundió mineral de hierro hasta mediado el XIX, cuando se transformó en molino harinero con fábrica de chocolate, es otra muestra de la utilización tradicional de los ríos del municipio como generadores de energía. Podemos ver los restos del edificio junto al puente que atraviesa el río de Llerana en dirección a Coterillo o a Esles.
Al entrar en la cuenca del río Rubionzo, abandonamos la otra cuenca de drenaje del municipio, la del río Llerana, de mayor radio, y cerrada hacia el este por el cordal que une Malladas, El Cueto y el Salao, divisoria orográfica y administrativa con el Miera.
Nos dirigimos hacia el sureste por un tramo de camino carretero, el segundo a la derecha después del puente, que transita entre pastizales y vegetación atlántica dominada por avellanos, acebos y robles. El camino aparece enlosado en el centro y cerrado a la derecha por una pared de piedra que lo separa de las fincas.
Alcanzamos un área más abierta y caminamos sobre un nivel de terraza cuaternario depositado por el río varios metros por encima del nivel del cauce actual. En la ladera izquierda del camino se reconoce un canal que descendía hacia la fábrica de electricidad desde una presa cuyo cierre aún puede verse aguas arriba. Unos metros por encima, en buen estado, y sin actividad desde la década de los setenta, encontramos un molino harinero que conserva aún la maquinaria original.
Se accede, a la derecha del camino, por un puente de un sólo ojo, donde destaca el arco de medio punto que lo forma. Sobrepasado el molino, y cien metros antes de alcanzar el río, tomaremos a la izquierda un camino ascendente que cambia el rumbo hacia el Este. La ladera aparece aqu’ colonizada por el tojo, y el corte del camino muestra cantos rodados entre la arcilla, testimonio de un período en el que el río tuvo mayor capacidad de arrastre. La panorámica sobre el valle es ya completa en este punto.
Hacia el este se ve la parte occidental de Picojeniro, y hacia el sur y suroeste el núcleo de Abionzo y el robledal de Zarrizuela, que se extiende por la ladera opuesta en forma de semicírculo entre los doscientos y los cuatrocientos metros de altura.
Caminamos desde aquí por una pista de tierra que ha sido abierta para la extracción de madera del pinar de repoblación que queda a nuestra espalda, y que separa el robledal y el bosque de ribera del pinar. Nos encontramos en un bosque mixto de frondosas dominado por el robledal de Quercus robur, la especie de roble que mejor se adapta a los fondos de valle húmedos y ricos en nutrientes. Junto a él, en las zonas próximas al río, los alisos, acebos, avellanos, tilos, fresnos, laureles y espinos, conforman un ejemplar bosque de galería.
Al divisar las dos primeras cabañas junto al río, descendemos por una pista que nos conduce al único puente que lo atraviesa aguas arriba del molino. Las cabañas se asemejan en su morfología a las pasiegas por el acabado exterior y la cubierta de pizarra, la reducida altura de la planta inferior indica su orientación para el ganado lanar.
El objetivo aquí es penetrar en el robledal siguiendo el curso de un pequeño arroyo afluente del Rubionzo, que circula entre higueras de gran porte y nace un centenar de metros más arriba de una surgencia karstica. En el río aparecen con frecuencia formas de erosión fluvial, entre las que destacan algunas «marmitas de gigante», pozas generadas por abrasión en movimientos turbillonares.
Al regresar a la vía principal, pronto alcanzamos un rellano en la ascensión entre los pinos, y descendemos desde aquí hacia el río en el marco de un bonito bosque de avellanos. Cruzamos sin dificultad el cauce y ascendemos entre los prados de la mies de Abionzo, para alcanzar este núcleo a través de una pista acondicionada para el acceso a las fincas.
Antes de llegar a la plaza, la perspectiva hacia el sur, sobre el valle, es espectacular; hacia el sureste, sobre el robledal De Todos, los Picones de Sopeña, divisoria entre el Pisueña y el Miera; al fondo del mismo cordal, la mole caliza de Valnera; hacia el sur, el puerto de La Braguía, divisoria con el Pas, y hacia el oeste el hayedo de Aloños.
El fondo de valle, abriéndose progresivamente hacia el norte, ofrece los caracteres típicos de los valles interiores cantábricos, con un lecho mayor amplio, donde se asientan los núcleos de población y las praderías más productivas, y un pie de monte fértil que da cabida a fincas de diente cercadas y acompañadas siempre de una cabaña para la estabulación, al menos estival, del ganado.
Entre Selaya y Villacarriedo, tapizada por un pequeño robledal, el Pisueña ha elaborado una terraza fluvial de unos setenta metros de desnivel, que pierde altura hacia el Norte, y sobre la que se asienta el núcleo de Tezanos. Desde la plaza de Abionzo, tomaremos el camino de Arroyo para recorrer el último tramo de la ruta en descenso hacia Llerana, en rumbo Norte. Lo hacemos primero junto a unos prados aterrazados, estrategia que deriva en un mayor aprovechamiento del espacio y de la escorrent’a superficial.
Después atravesamos el robledal de Zarrizuela y alcanzamos el río aguas arriba del molino que nos servira de referencia antes de llegar de nuevo al punto de partida en Llerana. El robledal y el bosque mixto de especies planocaducifolias constituye la formación típica de las tierras de partida en Llerana.
Y después del paseo, ya que suelo dejar el coche pegado a la Casona de Llerana, una buena comida bien en la propia Casona o en Casa Terio un clásico de la zona famoso por el cabrito, el cocido montañés y los callos.