Hemos comido…en Quema en Zaragoza, situado en el museo Pablo Serrano, ofrece cocina de mercado y platos de autor que convierten la gastronomía en un arte.
Hablar de Quema es para tomárselo en serio, es el restaurante más puntero de la oferta zaragozana que conozco. La comida resultó una noria con continuos subidones. La cocina y el producto de temporada marcan el día a día del restaurante, el personal de sala resulta de esa clase de profesionales bien formado que se encuentran raramente en la oferta hostelera actual, exclusivos de lugares con altas miras.
A la vista del edificio ya la perspectiva es distinta, ves de primera mano que vas a disfrutar de un lugar único.
En el momento que entras te encuentras con un local moderno, con cierto toque industrial y cocina a la vista. Una sala pequeña, acogedora y determinada para un número de comensales limitado, a la que accedes únicamente con reserva. Me acerqué con mi hija, así que el lugar debía adaptarse a una dieta celiaca y la verdad es que no hubo problema alguno.
El menú comienza pintando un cuadro que forma parte de los aperitivos iniciales del menú, pinceles y lienzo de pan de gamba, muy original.
Hummus con sardina, el siguiente aperitivo. El dulzor del humus contrapuesto con el yodado de la sardina y un ligero toque ahumado, sabores muy complementarios.
Tartar de atún. Simple, le acompañana unas huevas de trucha y mandarina, sutil sabroso.
Pan a elegir, me sirvieron los tres panes para ir acompañando a lo largo de la comida, me sorprendió muy gratamente uno con mostaza.
Callos de bacalao y berberechos. Los callos de bacalao ya los conocía, pero acompañados de berberechos para mí eran novedad y al otro acompañante no le llaman la atención, hasta que los probó. En igual medida a mí me resultaron algo novedoso a la par que suculento.
Agustí Torrelló, Trepad Reserva 2017. Cereza, rosado, limpio, notas de frutas rojas silvestres y toques florales, de media intensidad. Agradable y fresco. Muestra un paso ligero y una gran persistencia.
Huevo en tempura, crema de boletus, pato y trufa. Una elaboración que es una sorpresa al paladar, pero demasido grande para meterlo de una vez en la boca. Fritura impecable, yema perfecta de punto y un maridaje muy especial con el caldo de setas que aporta el sabor a boletus. Seguimos apuntando un diez a la ración.
Salmonete asado, cremoso de apio y caldo de garbanzos con cebolla tostada. El salmonete es un pescado que no me llama la atención, quizás porque conozco muy bien su habitat. En esta elaboración el salmonete es el centro, bien sellado en el exterior y con carácter, el caldo levemente tostado es un perfecto compañero de viaje. La tónica general de la comida se repite, elaboraciones muy cuidadas.
Gallete de atún Balfegó, patata y albahaca. Esto fue para mi gusto lo más potente de la comida, mucho sabor a pescado, muy agradable a mi paladar, al que le gustan los sabores subidos, sin embargo a mi acompañante le resultó excesivo, terminó en mis fauces.
Taco de ternera con hortalizas. Obviando que no me gusta comer ternera, la carne estaba bastante buena, yo echo en falta más sabor, para mí es carne para enfermos. El acompañamiento de vegetales, todos ellos al dente, resultó un lujo.
De aquí pasmos a los postres. Dulce bocado
Limón, parece limón y lo es. Manzana de chocolate
El café con unos snacks de la casa, que sigueron dejando claro donde nos encontrábamos.
El precio, ante lo visto y comido, me resultó muy ajustado. Antes no lo he dicho, pero hay una gran oferta de bodega, una carta selecta de vinos.