Cuarenta años lleva Juan Angulo —aunque nadie en Somo lo llama así— dejando huella en la arena y en la mesa. Para todos es Melly, y Melly no es solo un nombre: es un eco que resuena entre las olas del Cantábrico y el bullicio de una barra bien surtida. Algunos dirán que ha dado el do de pecho, otros, con más sorna que malicia, que ha dado el cante. Pero todos coinciden en algo: Melly es historia viva de la hostelería en la bahía.

Mi primer encuentro con su mundo fue hace ya un porrón de años, cuando la terraza —hoy cubierta y acogedora— no era más que un puñado de asientos de hormigón bajo el cielo cambiante de Somo. Allí, con mi mujer y el perro, nos dejábamos caer para saborear unos batidos que aún hoy recuerdo con una sonrisa. Eran tiempos sencillos, de chuches y charlas, de tardes que se estiraban como el sol sobre la playa.

Melly el alma de Somo

Con el tiempo, crucé la frontera invisible de la barra. Me tomé algún vino, probé unos percebes que parecían arrancados del mismo corazón del mar. Luego me ausenté, como quien se pierde en sus propios caminos, hasta que un día volví. La terraza ya era otra, pero Melly seguía allí, con su sonrisa socarrona y su verbo afilado. Fue entonces cuando empezamos a trenzar una amistad hecha de brindis, carcajadas y bocados memorables.

Melly el alma de Somo

Juan Angulo, Melly, se ha convertido en un faro gastronómico en la bahía de Santander. Fiel a sus principios —“y si no te gustan, tiene otros”, como buen discípulo de Groucho—, ha tejido una trayectoria tan rica como variada. Poeta erótico en sus ratos libres, escritor de pasiones y profesor de armonía culinaria, su vida gira en torno a la mesa como los planetas alrededor del sol.

Su cocina es un homenaje a la memoria y a la invención. Desde el mítico pincho sin olor, ni sabor, ni color —una provocación conceptual que solo él podía permitirse— hasta las jornadas de “Primero y caracoles”, pasando por sus bocartes, su raya, su bonito crudo o las jornadas de la sarda, cada plato lleva el sello de una herencia familiar reinterpretada con ingenio y cariño.

Melly el alma de Somo

Pero si algo define a Melly es su hospitalidad. Es un anfitrión nato, de esos que saben que un buen plato sin conversación es como un mar sin olas. Siempre rodeado de un equipo de cocina y sala que comparte su pasión, convierte cada visita en una experiencia que va más allá del paladar.

Hoy, como tantas otras veces, invitaba a un vino y a un bocarte a quien se acercara por su garito. Y, por supuesto, a una buena cháchara. Porque Melly no solo alimenta el cuerpo: alimenta el alma.

Melly el alma de Somo

Por otros cuarenta, Melly. Que la vida te siga sirviendo a fuego lento.

Histórico de visitas a Melly

Por El Mule

Etiquetas del articulo

Compartir

Categorías