El pasado sábado 23 de agosto de 2025, la asociación de comerciantes de el Mercado de la esperanza presento la jornada “El Marmite con vermut sabe mejor”. Una jornada en torno a la promoción de la cocina tradicional, el producto de temporada y cercanía y las recetas que surgen de la necesidad.
Punto de reunión Kafeteros
¿Dónde empezó la movida? Pues mira, no había un punto de encuentro marcado con GPS ni nada, pero como por arte de magia (o por hambre, quién sabe), todos acabamos desayunando con Karen. Era como si el universo conspirara para que el café y las tostadas fueran el ritual sagrado de arranque. Y vaya que lo fue: risas, café bien cargado y esa vibra mañanera que te dice “hoy va a pasar algo bueno”.
Paseo Por El Mercado a la caza de ingredientes
Después de llenar el buche, nos lanzamos al mercado de la Esperanza, ese templo de los sabores donde los comerciantes no solo venden, sino que te cuentan la historia de cada cebolla como si fuera su hija. Los participantes de la Masterclass se pusieron en modo explorador gourmet, oliendo, tocando y hasta flirteando con los ingredientes que luego acabarían en la marmite.Tuvimos de guía a Floren Bueyes presidente de Cocineros de Cantabria que hizo de cicerone por el Mercado y toda la mañana de apoyo en la elaboración de las marmites junto a nuestro Master.
Y ahí empezó la acción: vimos cómo se limpia un bonito con más mimo que un spa de lujo. Lo cortamos en ruedas, tal como lo pidió Superpilopi, nuestro chef estrella y gurú del guiso marinero. El hombre sabe lo que quiere, y el bonito quedó listo para la gloria.
Un saco de patatas apareció como por arte de magia, como si dijera “yo me encargo de alimentar a los comerciantes”. Cebollas, vino blanco y ese aire de mercado que te hace sentir que estás en una peli de cocina con banda sonora de risas y cuchillos afilados. Entre todos, nos quedamos embobados con el colorido, la frescura y ese caos delicioso que solo un buen mercado puede ofrecer.
Introducción del Chef del Bonito
La introducción a la Masterclass nos la dio Alberto Criado el Chef del bonito que nos acompaño toda la mañana hasta que el deber le reclamo.
MasterClass marmite la elaboración más marinera y Santoñesa
Superpilopi, nuestro maestro de ceremonias y santoñés de pura cepa, apareció con la marmite bajo el brazo como quien trae la tabla de los diez mandamientos del bonito. Y no iba desencaminado, oye. Porque si hay una receta que aguanta tempestades, marejadas y resacas, es esta: la marmite, sencilla pero matona, con ingredientes que sobreviven más que el WiFi del vecino.
¿La fórmula mágica? Patatas, cebolla, aceite, vino blanco, agua y bonito. Nada más. Nada menos. Yo, lo confieso, al principio miraba el guiso con cara de “¿esto va a saber a algo?”. Pero al final me tuve que tragar mis dudas… y dos platos bien servidos.
Se montó un sarao culinario de siete ollas: una tamaño Titanic para el Master, y seis medianas para los aprendices, que se emparejaron como en un reality de cocina. Superpilopi, con mirada de halcón y verbo afilado, supervisaba cada paso como si estuviéramos cocinando para el rey de Noruega. Solo una olla se nos fue de parranda, pero el resto salieron para ponerles piso y casarse con ellas.
¿El truco del almendruco? Tostar la cebolla hasta que huela a gloria bendita. Luego se drogan las patatas (tranqui, solo con cebolla y cariño), cortadas en modo “triscado”, que es como decir “a lo loco pero con estilo”. Cuando todo está doradito y sexy, se le mete un chorrazo de vino blanco que haría llorar a un sommelier. Se deja evaporar, se añade el agua, y se cuece a fuego lento como si estuvieras esperando que te respondan un mensaje en WhatsApp.
Cuando las patatas están blanditas y piden tregua, se les echa el bonito, cortado o desmigado, según el gusto del consumidor (o del capricho del momento). Se retira del fuego, se deja reposar como quien medita después de una buena siesta, y se rectifica de sal. Y voilà: marmite lista para conquistar estómagos y corazones.
MasterClass Vermut de Verano
Uno de los momentazos del sábado fue la Masterclass de cómo preparar un vermut de verano digno de dioses y juerguistas. El protagonista: el mítico Vermut La Dolores de Calatayud —sí, como la canción, pero con más hielo y menos drama.
Nuestro druida de confianza, Alfonso Fraile, se puso el gorro invisible de alquimista y empezó a remover la marmita como si estuviera invocando el espíritu del terraceo. Por suerte, nadie se cayó dentro (aunque hubo voluntarios), así que no hubo efectos secundarios raros… salvo una súbita explosión de buen rollo.
La pócima mágica llevaba: Vermut La Dolores, zumo de naranja, ginebra y hielo como para enfriar el infierno. Resultado: ni una gota sobrevivió. Lo único que nos quedó fue una resaca emocional de puro amiguismo y ganas de repetir.
Comida de comerciantes
Después de bajar la persiana de los puestos, los comerciantes de la Plaza de la Esperanza nos dieron el visto bueno con sonrisa de oreja a oreja: las marmites volaron como si fueran oro líquido, no quedó ni una gota para contar la historia. El vermut de verano, ese elixir fresquito que elaboro nuestro druida particular, también se evaporó entre risas y brindis. ¡Un exitazo!
Con el bonito que sobró nos marcamos un tartar de escándalo: pescado, aguacate, tomate y cebolla, todo bien picadito y servido con amor. ¿Resultado? También se lo pulieron.
Y ojo al dato: la alcaldesa Gema Igual se dejó caer por allí, se puso el delantal termino la marmita grande probo más de una y nos dio su bendición tanto al guiso como al bebercio, y eso ya es nivel chef con estrella.
Fue una jornada de esas que te roban la mañana pero te devuelven una buena carga de bienestar. El objetivo: enganchar a las nuevas generaciones que solo pisan la cocina para abrir el microondas. Que se animen a pasearse por los mercados, a comer con fundamento y a echar una mano al comercio local, que es el que da sabor al barrio.