Hemos comido…mejor dicho cenado, en Los Raqueros desafiando a los elementos, la noche de la famosísima ciclogénesis explosiva y la verdad que mereció la pena.
Empezamos con un aperitivo de bienvenida: una crema de verduras y una tosta de cecina, queso de cabra, pimiento rojo y algo más que no recuerdo que me gustó mucho. Como primer entrante compartimos un plato de carpaccio de atún que no me gustó. El atún era excelente, pero el sabor del aliño podía demasiado sobre el del pescado. Si bien reconozco que la carta ya lo advertía: teriyaqui, naranja y sésamo. De segundo entrante tomamos unas alcachofas confitadas exquisitas de sabor y con una presentación alucinante. Y lo digo yo que soy una viciosa de las alcachofas. Fue de agradecer que los dos entrantes fueran servidos individualmente, lo cual evita que la presentación del plato se estropee y tener que servirnos.
Mi acompañante tomò de segundo presa ibérica al aroma de romero con puré de nueces acompañado con unas patatas fritas. Según él la mejor que había tomado hasta ahora.
Yo tomé de segundo timbal de rabo de toro relleno de queso de cabra y cubierto con unas nueces frescas. Todo ello sobre una salsa de jugo de carne tirando a dulce que hacía que todos los sabores de los ingredientes encajaran de maravilla y haciendo de este timbal de rabo el que más me ha hecho disfrutar de todos los que he probado.
Para terminar compartimos unos bombones de chocolate amargo rellenos de maracuyá. Muy refrescantes y que te dejan ese saborcito del cacao que a tantos nos gusta para terminar una buena comida.
Nos despidieron con unos bocaditos de hojaldre y unos bombones de trozos de almendra.
Todo ello regado por un albariño cuyo nombre no consigo recordar, pero que bebimos siguiendo las acertadas recomendaciones del jefe de sala.
El servicio de lo más profesional. Y la relación precio-calidad inmejorable.
En definitiva, que como dije antes, merecío la pena salir a cenar a pesar del mal tiempo.