Hemos Comido…en Liérganes, en el restaurante más famoso de la villa con nombre de leyenda local.
Agosto 2017. Según ha llegado hasta nosotros a través de los escritos y la tradición oral, el relato dice así: a mediados del siglo XVII en el pueblo de Liérganes, Cantabria, había una pareja, Francisco de la Vega y María de Casar, que tenían cuatro hijos. Francisco falleció y la viuda mandó a su hijo Francisco a Bilbao a aprender el oficio de carpintero.
Estando en Bilbao, Francisco se fue a nadar el día antes de San Juán, en el año 16742, con unos amigos pero llevado por la corriente, este desapareció y no se volvió a saber más de él. Solo cinco años después, en 1679, se afirmó que había aparecido en la costa de Dinamarca, poco después en el canal de la Mancha y en las costas de Andalucía. En Cádiz, unos pescadores afirmaron ver un ser acuático pero con apariencia humana que desapareció rápidamente. Esta aparición se repitió constantemente hasta atrapar a la criatura con trozos de pan y unas redes. Una vez capturado pudieron constatar que se trataba de un hombre, con escamas y forma de pez.
Fue llevado al convento de San Francisco donde fue interrogado para saber de quién se trataba y al cabo de un tiempo consiguió balbucear la palabra: «Liérganes». Nadie sabía que significaba, hasta que una persona de Cantabria que estaba trabajando en Cádiz, comentó que en Cantabria había un pueblo que se llamaba así. También Domingo de la Cantolla, secretario del Santo Oficio de la Inquisición, confirmó dicha afirmación ya que él era de allí.
Desde Liérganes respondieron que únicamente se había registrado la desaparición de Francisco de la Vega, cinco años atrás. Entonces Juan Rosendo, un fraile del convento, acompañó a Francisco hasta Liérganes para comprobar si era cierto que era de allí y a la altura del Monte de la Dehesa, Francisco se adelantó y fue directamente hasta la casa de María de Casar, que rápidamente lo reconoció como su hijo.
Ya en casa de su madre, Francisco vivió tranquilo sin mostrar ningún interés por nada. Iba descalzo y a veces desnudo y no hablaba apenas. A veces estaba varios días sin comer pero no mostraba entusiasmo por nada. Se dedicaba a llevar cartas a poblaciones vecinas, e incluso a Santander, a donde llegó en una ocasión tras haber nadado desde Pedreña, entregando la carta mojada. Después de nueve años en casa de su madre, desapareció en el mar sin volver a saberse nada sobre él.
El restaurante dispone de tres comedores bien diferenciados, uno situado en la cristalera aislado de la zona interior de barra, donde se situa el segundo y un tercero en una gran terraza situada a la entrada. El lugar es famoso, desde que yo tengo memoria, por su chocolate con churros, por las tardes se llena de comensales ávidos de esta tradicional merienda.
Me acerqué a primerísima hora y ya había gente comiendo, ofertan un menú con 5 primeros donde elegir, 5 segundos, 8 postres caseros y bebida a un precio de 12€.
Me decanté por el más castizo (que posee los caracteres peculiares y típicos de un lugar, una raza o una actividad) de los primeros, un cántabro cocido montañés. Muy bien guisado, alubia blanca tierna como mantequilla pero sin dehacerse y un buen compango. Muy bien elaborado y recomendable.
Que nadie se extrañe que os ponga entre parentesis la definición de castizo, pues la última vez que lo utilicé un «listillo» me dijo que a lo que hacía referencia no era madrileño, asociando castizo a madrileño.
De segundo unas carrilleras de ibérico al vino. Una elaboración que siempre me apetece, me gusta y que rara vez me falla, acompañada de unas patatas artesanas y de una deliciosa salsa.
Un menú muy tradicional donde solo con el cocido podrías comer y más si te lo sirven a la cántabra, con el perol al medio. Comida sana y artesana al precio de lo que vale una pizza en cualquier fast food, o incluso más barato, así es Cantabria.
Paseo Hombre Pez 1 39722 Liérganes 942528223