Hemos Comido…en Treceño, en Prada a Tope, un tradicional de las jornadas de las setas de otoño y un lugar al que nos encanta acercarnos.
Diciembre 2016. Casi todos los años intento acercarme a estas jornadas, siempre hay algo diferente y el lugar es uno de los más aconsejables de nuestra geografía para consumir setas.
Mercedes Carpintero en la cocina y Francisco Javier Nieto en sala, son unos apasionados de las setas, conocen bien el producto y saben tratarlo de manera que el resultado siempre resulta muy apetecible.
Nos situamos en el comedor con cristalera, donde hacía un sol radiante y que terminó por llenarse.
Comimos con un vino Maceración que presentaron recientemente, un tinto de mencía ecológico de la comarca del Bierzo que elabora Prada a Tope y a cuya presentación estuvimos invitados pero nos fue imposible asistir. Algo diferente para el paladar, apenas un mes después de terminar la cosecha llega este vino de maceración carbónica. Es un vino cargado de aromas a fruta roja y notas de canela, en boca alegre, chispeante, sorprendente.
El Maceración que elabora Prada es un tipo de vino de elaboración caprichosa y resultado siempre singular. Joven, tremendamente joven porque las uvas se vendimiaron en los primeros días de septiembre, y exclusivamente a base de mencía, la elaboración con el método de maceración carbónica permite reflejar con fidelidad las características de una cosecha.
Tras la vendimia manual, los racimos se colocan uno a uno en la cuba de modo que durante unos días arranque la fermentación sin romper los racimos antes de que continúe el proceso convencional.
Como no podía ser de otra manera tomamos el menú de las jornadas, comenzando con un puding de setas, acompañado de una mermelada de trompetas de la muerte, un puding diferente sabroso y sorprendente.
Continuamos con unas setas a la plancha. Una manera tradicional de tomar setas y una de mis preferidas, donde podemos apreciar los diferentes matices de las distintas setas que componían el plato: níscalos, amanita cesárea, boletus y sitake, una auténtica sinfonía de texturas y sabores complementarios, buenísimo.
Continuamos con un revuelto de trompetas de los muertos y huevo ecologico. Sabor a monte y huevo justo de punto. Los revueltos no son algo que me vuelva excesivamente loco , pero este realmente estaba para chuparse los dedos.
Para terminar con las setas, unos boletus cocinados como callos que estaban algo más que buenísimos, aunque nos digeron que cocinados como callos a mi se me asemejaban más a la salsa de los caracoles y el resultado fue toda una sorpresa en todos los aspectos.
Nos sirvieron, a la vez que los callos, unas angulas de monte al ajillo, un poco picantes y también sorpendentes, dos elaboraciones que nunca me hubiera esperado para con setas, extraordinarias cualesquiera de las dos.
Como plato final yo me tomé unos chipirones a la placha, bastante buenos y justamente hechos.
Mi acompañante optó por el taco de carne, servido en un plato metálco y con el punto que se pìdió, muy bueno según su parecer.
De postre los dos lo mismo, fresas confitadas con chocolate, un postre casero de lo más atractivo y sabroso.
En resumen, unas jornadas con muy buen precio, una atención de diez y unas elaboraciones artesanas únicas. Cocina tradicional con sorpresas, estamos deseando volver.
Por EL Mule