Día de invierno, desapacible; un sábado extraño, después de tanta fiesta y celebración, tanto turrón y torrija; conviene volver a la normalidad, a lo de siempre, a la excepcionalidad del día a día. O no, qué más da.
Restaurante Melly, en Somo, casa de mi amigo y compañero Juan Angulo; quien había colgado en las redes que empezaba con los calçots. Allá vamos.
Calçots a la brasa acompañados de salsa Romescu y Ali-Oli ligero; una auténtica delicia. Para jugar con ellos una manzanilla y un amontillado de la familia, de Bodegas Toro Albalá, en Aguilar de la Frontera.
Los Calçots es un plato típico catalán y todavía, al menos que yo sepa, Cataluña sigue siendo española; y nosotros defendemos el producto nacional.
Después unas croquetas de Bolletus Edullis, tiernas y con poco rebozado, plenas de sabor. Sigo jugando con el amontillado.
Magano encebollado. Calamar era un nombre que empleaba mi difunta abuela para llamar, de forma cariñosa, a una vecina suya que estaba escuálida, delgada y fibrosa por las labores del campo. Calamar.
Tierno, en su justo punto de cocción, junto a una cebolla amable y dulce, estremeciendo su jugo, caramelizando su aceite.
Generosas raciones que nos hacen ir directamente al café, saltándonos el postre, esto de las Navidades…
Espreso de El Dromedario, como siempre, rico no, lo siguiente.
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Una cesta de polvorones y una fuente con diferentes turrones; por cierto que la bandeja Ibero Tanagra de Santander, para hacer patria.
Como siempre exquisito Melly.
Muchas gracias.
Por Alfonso Frayle