Con el grato recuerdo de las anteriores jornadas y tras un largo año de espera nos acercamos a La Radio a intentar repetir la experiencia anterior.
Y se quedó en intento. Al final resultó tal cumulo de despropósitos que me va a resultar muy difícil volver a recuperar la confianza que tenía en este lugar. Yo habría titulado este post “una serie de catastróficas desdichas”, pero me parecía un poco exagerado.
Hay mucha gente que cuando sale traga con todo, debido en gran medida a las ganas de pasar a tener un buen recuerdo de la ocasión, en otros casos por romper con la monotonía e intentar experimentar una grata experiencia, otros por corte o verguenza. Yo no soy de ese parecer, aunque tragué bastante y me callé en muchas ocasiones por resultar situaciones sin importancia.
Cuando voy a un lugar que me tiene acostumbrado a una calidad, a un servicio y a un precio exijo en todo momento que estos sean constantes, ya que el precio no va a variar en función de la calidad de la velada.
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A la hora de pedir la bebida decidimos tomar una copa de albariño y una cerveza, y empezamos con el cúmulo de despropósitos. No sé qué albariño sirvieron, entre otras cosas por que lo trajeron ya servido. Pedimos los platos en un orden en concreto, y así se lo hicimos saber al camarero, pues no queríamos que unas raciones más fuertes impregnaran el paladar para sabores posteriores más suaves. De modo que decidimos que lo primero que nos sirvieran fuera un tartar de bonito. Y se nos presentaron con las zamburiñas.
Las zamburiñas buenísimas como siempre son aquí, pero no en el orden deseado. Una ración abundante, muy bien preparada y excelente calidad. A mitad de estar comiendo las zamburiñas se nos presentan con el tartar de bonito, aguacate y huevas de trucha. Ya habíamos protestado por el orden así que lo dejamos correr, además al ser frío no había problema.
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Una vez llevadas a buen término las zamburiñas nos metimos con el tartar y nada más comenzar con el tartar se presentan con las gambas, yo ya estaba que trinaba. La primera apariencia me resultó sospechosa, demasiado oscuro el aspecto del atún y la primera en poner el grito en el cielo fue mi mujer, con un paladar que la caracteriza de lo más analítico: «esto no sabe ni parecido a como estaba el año pasado y además está tibio». Yo pensé que era debido a la sal de las zamburiñas, pero conforme comía seguía sin saberme absolutamente a nada. Así que fui a por una de las numerosas salsas que le acompañaban, y estas tenían un aspecto gomoso, como resecas.
Llamé al camarero y le dije: «Este atún está preparado de este mediodía, está oxidado, no sabe a nada y las salsas están resecas». El camarero se fue y yo seguí comiendo el atún, desde ahora ahogado en mostaza, wasabi y alguna que otra salsa con las que venía y encima a toda prisa pues se enfriaban las gambas.
Una vez terminadas las gambas nos hicieron saber que iban a tener la deferencia de no cobrarnos la ración de tartar, lo cual nos pareció una medida correcta. La explicación es que el atún llevaba fuera de la camara mucho tiempo y por eso estaba tan oscuro pero que lo habían preparado en el momento, esa era su versión. La mía es que les había sobrado de la comida del mediodía, en caso contrario las salsas no tendrían la textura que tenían. Ojo! puede que los adornos sí se los habían añadido en el momento, pero que te intenten «endiñar» una ración de estas características y con el agravante del precio de la susodicha es como mínimo muy mosqueante.
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Seguimos con las gambas, unas buenas gambas muy bien hechas y una generosa ración, pero a medias de las gambas se nos presentan con la ración de atún a la plancha con wasabi que habíamos pedido. Otra vez se lo hicimos saber al camarero, diciéndole que se iba a quedar frío el atún; bueno, pues en la mesa lo dejó. Y esta ya fue la última de las protestas pues tampoco tenía ganas de amargarme la velada.
Esta ultima ración exquisita, con un punto perfecto y un buen sabor, la vinagreta en el fondo del plato excepcional, pero se había quedado algo fría tras la espera a terminar las gambas.
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En resumen, la cena terminó en una carrera de obstáculos, pero carrera carrera, entramos a las nueva y media y a las diez ya habíamos terminado. Una cena de celebración de cumpleaños cojonuda.
