Crónica de la II Quedada de Pecadores: una olla ferroviaria, buenos vinos y mucha gastronomía de Cantabria compartida
Cuando la pasión por la gastronomía se mezcla con el buen ambiente, la conversación fluida y un entorno cuidado, el resultado no puede ser otro que una experiencia memorable. Así fue la II Quedada de Pecadores, un encuentro que reunió en Castanedo a cerca de 30 personas del mundo de la hostelería, las redes sociales gastronómicas, empresarios del sector, chefs, productores y, cómo no, foodies empedernidos. Un evento que demuestra cómo la gastronomía une, crea comunidad y genera sinergias más allá de la mesa.
¿Qué es una Quedada de Pecadores?
Por si te lo estás preguntando, esta «quedada» no tiene nada que ver con el pecado en su acepción tradicional, sino más bien con pecar de gula, de curiosidad gastronómica, de buen beber y mejor comer. En esencia, es un encuentro entre amantes de la gastronomía que se reúnen alrededor de un plato protagonista y un buen maridaje, con el objetivo de conocerse, compartir y generar una red real en un mundo cada vez más digital.
La primera edición fue un éxito rotundo y se celebró en The Winery, donde muchos de nosotros pusimos rostro por primera vez a esas cuentas de Instagram o perfiles de Twitter con los que ya habíamos interactuado. Fue una especie de «desvirtualización» foodie que dejó muy buen sabor de boca.
De 10 a 30 comensales y una olla como centro
En esta segunda edición, el número de asistentes se triplicó, señal de que el formato funciona y de que había ganas de repetir. El escenario esta vez fue la Bodega Bahía de Santander, un espacio con encanto que no solo nos acogió con los brazos abiertos, sino que también aprovechó para presentar una de sus últimas novedades: sus frisantes, pensados para refrescar los días de verano que ya se asoman en el calendario.
El plato protagonista de la jornada fue un homenaje a la tradición ferroviaria del norte: una olla ferroviaria. Para quienes no estén familiarizados, este tipo de guiso tiene su origen en las cocinas improvisadas que los ferroviarios preparaban durante sus largas jornadas. Se cuece lentamente, al amor del fuego, y se convierte en un excelente pretexto para que la conversación fluya en torno a él mientras se va haciendo. La olla fue conducida por Sergio que regenta la web de venta de Ollas ferroviarias ollaferroviaria.net
Y así fue: mientras la olla borboteaba, las charlas, risas y presentaciones se sucedían. Muchos repetíamos, otros se sumaban por primera vez, pero todos compartíamos el mismo interés: la buena mesa y el buen rollo.
Panes, quesos, brasas y godello: el aperitivo de altura
La jornada comenzó fuerte, con panes artesanos de La Crujiente, de tres tipos: de maíz, miga de oro y triple fermentación. Ya desde ese primer bocado, algunos nos declaramos culpables de comer pan “a cascoporro”, pero no era para menos: venía acompañado por dos quesos espectaculares.
El primero, un Picón Bejes-Tresviso elaborado por Javier Campo, todo un exponente del queso azul cántabro con denominación de origen. El segundo, el Cerréu, un queso también de la zona, de La Cavada (La Pasiega de Peña Pelada), que madura en las cuevas naturales de Tresviso. Ambos volaron antes siquiera de llegar al plato fuerte. Y con razón.
Justo antes de sentarnos, las brasas nos regalaron otro manjar: unas morcillas burgalesas a la brasa de Sotopalacio (Casa Hermanos González), crujientes por fuera, jugosas por dentro, servidas como mandan los cánones: con su correspondiente pan. Un bocado que fue pura gloria.
Comunidad, gastronomía y una olla que fue manteca en esta II Quedada de Pecadores
Una vez todos en mesa, se hizo la presentación formal del encuentro. La idea es sencilla pero potente: crear una comunidad gastronómica real, con gente que comparte intereses comunes y que, más allá de las redes, busca poner cara, nombre y voz a quienes están detrás de los perfiles foodie más activos del panorama local.
Cada uno se presentó, contando quién es, qué hace y qué le apasiona dentro del mundo gastronómico. De ahí pasamos a probar los quesos canarios que trajo nuestro compañero Alfonso Juan López Torres. Sabores intensos, texturas únicas y una historia detrás que maridó a la perfección con el godello “Santa Marina” de la bodega anfitriona.
Y por fin, llegó el momento de probar la olla ferroviaria. El resultado fue espectacular: alubias mantecosas, compango que se deshacía en boca y un guiso que pedía repetir (y algunos lo hicimos sin dudar).
Anchoas de Hoya, hojaldres dulces y un final con ganas de más
Cuando ya creíamos que no se podía mejorar, llegaron las anchoas de Hoya, traídas por el propio presidente de la empresa, que también asistió al encuentro. Limpias, tersas, en su punto de sal y con un sabor profundo: posiblemente, de las mejores que muchos hemos probado.
El broche dulce lo pusieron los hojaldres caramelizados de la confitería Milhojas, cortesía de Floren Bueyes. Un final perfecto para una jornada redonda.
Una comunidad que crece… y volverá a reunirse
A lo largo de toda la comida ya se empezó a hablar de la próxima edición, y no es para menos: todos los asistentes coincidimos en que este tipo de encuentros son necesarios. No solo por el disfrute gastronómico, sino porque fortalecen una comunidad que ama el producto local, la cocina bien hecha, los pequeños productores y el compartir, siempre con respeto, pasión y alegría.
Así que si tú también eres de los que se emocionan con un pan bien hecho, se paran a oler un queso artesanal o se lanzan a descubrir una bodega nueva, atento, porque los Pecadores seguiremos quedando… y cada vez seremos más.