Hemos Comido…en Somo, en un lugar que se podría definir como atípico. en Melly, la historia de este establecimiento empieza hace 23 años, aunque realmente sus primeros pasos fueron como heladería, creciendo después como vinoteca y desde hace unos cuantos años también como restaurante. Tres en uno.

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Si al principio definía el local como atípico, Juán Angulo (Melly) es la atípica cabeza visible del local; alguien con quien pasar una larga velada hablando en torno a sus grandes pasiones: la gastonomía, los vinos y la poesía. En mi primera incursión en este local nos sentamos delante de una botella de Fariña Primero y nos deleitamos con unos mejillones naturales, de una calidad increible, unos bocartes con un punto impresionante y casi vivos, y un magano recién salido de la bahía. Esta es una de las señas de identidad de este restaurante, la calidad de producto y a ser posible la mínima manipulación.

Juán tiene previsto añadir un primer piso dedicado a un aula para dar cursos de cata y organizar catas, actividades que realiza desde hace años gracias a sus conocimientos de sumillería, función que desempeña en sala donde cuenta con la ayuda de su hermana Dolores y de Viviana Rengifo.

Pero esta no es la única función que realiza Juán en el establecimiento, también cocina y marca las pautas de los platos a elaborar para que luego sea el equipo de cocina el que los ejecute. Su mujer, Asunción Márquez, se encarga de la coordinación de este espacio. De todas formas, aunque hay unos puestos teóricamente definidos, “cocina y sala son un trabajo en equipo”, todos hacen de todo, incluida la venta de helados y golosinas.

En lo concerniente al apartado gastronómico, el restaurante Melly ofrece cocina cántabra, síntesis de la cocina tradicional buscando el equilibrio entre productos y recetas de siempre, guisos y arroces. Se plasma en platos como el boquerón en vinagre con mermelada de naranja amarga, los bocartes a la sartén, los callos de bacalao, las manos de ministro en salsa de callos, el bonito crudo, el arroz con amayuelas (almejas), la lengua, los caracoles a la montañesa y los huevos fritos con patatas, tacos de jamón ibérico de bellota, pimientos de Isla asados a la leña, salmorejo y un amplio etcétera dependiendo de la temporada. Aparte de estas propuestas, también se puede optar por degustar sus pinchos que ejecuta de forma magistral.

En cuanto a la carta de vinos, hay presencia de referencias de las denominaciones más destacadas del España y extranjeras.

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Juán es escritor, poeta para más señas, con una obra ya bastante amplia y reconocida. Pero  además es un cocinero creativo e  innovador, que ha ganado ya varios premios, como el de la Quincena de Pinchos de Santander o  el Concurso Nacional en Valladolid, compitiendo siempre con creaciones arriesgadas e innovadoras, como el “Carrusel” del año 2007.

O puede sorprender a todos con un pincho todavía si cabe más transgresor, una auténtica perfomance: “El pincho sin sabor” . 

Agua, el pincho sin sabor fue quizá el pincho que más atención acaparó a pesar de que no entraba en el IV Concurso Nacional de Pinchos y Tapas Ciudad de Valladolid. En el vídeo podeis ver, para haceros una idea, como se agolpaban las cámaras de televisión para proporcionar en primicia y en primera plana la demostración de su elaboración.

Agua, el pincho sin sabor es el resultado del trabajo de Juán Angulo, quería hacer un homenaje a la vida, y el agua es vida, elemento básico que precisamente ese año fue la estrella en la Expo de Zaragoza. Es el año del agua.

Los compromisarios y el equipo técnico del Concurso Nacional de Pinchos de Valladolid conocieron el Pincho sin sabor y tuvieron que dejarlo fuera de concurso, no se podía juzgar algo que resultaba básico en un concurso gastronómico. No obstante les pareció oportuno que todos conociéramos la creación y a su creador. Así pues, reservaron un espacio en el desarrollo del concurso para Juan Angulo, responsable del Restaurante Melly de Somo Cantabria, para que diera a conocer su homenaje al agua.

Juán Angulo brinda tributo al agua y la presenta en distintas texturas, espuma de agua, gel de agua, hielo picado, agua con gas y simplemente agua. Para demostrar que el agua es vida, aunque todos ya lo sabemos, en la copa de agua “vivía un pez”. Esta idea surge además con la intención de que los clientes que visiten su establecimiento y quieran degustar el pincho sin sabor por 1’50 euros se sienta compensado, aunque facilmente en muchos sitios cobran ese dinero por un simple botellín de agua, la gracia está en que los niños seguramente estarán encantados de llevárselo a casa.

Juán argumentó también que su pincho daba la posibilidad de conocer las distintas texturas que puede apreciar nuestro paladar. Es muy probable que muchos de vosotros hayais visto un pequeño reportaje en las noticias, todas las televisiones estaban allí para recoger dicha presentación.

 

 

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