Hacía tiempo que me había fijado en este restaurante ya que me cruzo con él todos los días de camino a la escuela. Tenían lista de espera por lo que reservé con casi un mes de antelación.
El día escogido fue viernes santo y que mejor manera de celebrar la llegada de la Pascua que ir tomar un menú degustación. Había ojeado con anterioridad la página web del restaurante, pero al llegar me dijeron que se cambiaba casi semanalmente. Para mi sorpresa, todos los platos eran sin gluten lo que fue perfecto.
Decidí tomar un vino blanco francés dulce Gentil “Hugel”, siguiendo los consejos del sumiller que me vino a recomendar. En el menú, también se daba la opción de hacer dos maridajes, pero desde que me encuentro viviendo en Irlanda no bebo tanto alcohol y prefería tomar solo dos copas de vino durante el almuerzo.
Para todos aquellos que conozcan los duendecillos de la mitología irlandesa, conocidos como leprecauns, se me trajo un obsequio del gran espíritu de la mantequilla.
Antes de comenzar con el menú, me sirvieron un bocadito formado por un panecillo de tapioca con puré de espinacas y cuajada de cabra. La textura del panecillo me recordaba a los gusanitos, muy original.
El primer entrante era una sopa de cebolla irlandesa con queso chedar de Cork. Se notaba que el aceite utilizado era oliven virgen extra ya que es algo que añoro y de lo que carecen muchos platos en esta ciudad, suelen utilizar otros más económicos.
Cuando estuve el fin de semana pasado Cork, tuve el placer de ir al mercado inglés y vi la cantidad de productos que tenían de primerísima calidad, algo de lo que carece Dublín para mi gusto. Mientras estaba esperando entre plato y plato me dejaron para ojear un libro del restaurante con algunas de las recetas que han ido ofertando a lo largo de los años. Pude ver que gran parte de los productos que forman estos platos los adquieren allí.
El siguiente entrante estaba formado por salmón orgánico curado, cangrejo Lambay, huevas de bacalao ahumado y rábano picante. El marinado del cangrejo estaba espectacular, tenía un toque muy leve de lima y leche de tigre que le daba un sabor perfecto.
Si hay algo que echo en falta desde que vivo aquí son los vegetales así que con este plato de espárragos acertaron de pleno. Puede parecer en la foto que se pasaron haciéndolos, pero al cortarlo y probarlo comprobé que solo era mi impresión. Se trataban de unos espárragos asados verdes acompañados de tapioca, hechos al estilo risotto y un puré de espinacas alrededor.
De primer plato principal, se me sirvió bacalao con broccolli y vino. Al bacalao le envolvía un velo de papada y en la superficie se le añadió un trozo de boquerón y una fina lámina de broccoli. Lo que más me impresionó fue el sabor de la salsa del vino ya que se notaba que lo habían mezclado con la grasa de la papada. Sencillamente brutal.
Y para terminar, que mejor que una pieza de carne de filete de carne irlandesa con tarta de setas y puré de patata. El punto de la carne estaba perfecto. La carne estaba condimentada con pimienta y le acompañaba una salsa de setas muy buena. El sabor de la carne estaba tan bueno que no hacía falta añadirle ninguna salsa, pero yo que soy una amante de las setas no pude resistirme a la tentación.
Antes de comenzar con el postre, se me ofreció una crema de yogurt, de sabor muy suave, con granizado de manzana. Perfecto para limpiar la boca y pasar al sabor dulce del postre.
Para finalizar, unas natillas, pero no unas cualquiera. Estas representaban el sabor y textura de la leche irlandesa en todo su esplendor. Se componían por migas de leche, panna cotta, helado de leche, merengue, mousse de leche y unas finas láminas de piel crujiente de leche con un toque de salsa de miel.
Después de esta comilona necesitaba un capuccino para despertarme, también incluido en el menú, y me dieron la despedida con unos bombones de chocolate rellenos de Bourbon.
El local consta de cuatro salas principales y una privada, además de una barra para degustar un cocktail o lo que a uno se le antoje.El trato por parte de todos y cada uno de los camareros fue muy atento y cordial desde que llegué hasta que me fui. Vieron que estaba interesada en la historia del restaurante y me ofrecieron, incluso, ver la cocina si quería.
El precio del menú son 63 euros. Puede resultar caro para algunos, pero al ver la calidad de los productos, la cantidad de platos y el trato y servicio que se ofrece, seguro que cualquiera cambia de opinión. Volvería sin dudarlo ni un segundo. Si tengo oportunidad de dejarme caer por aquí, repetiré.