Hace años escribí una reseña de mi estancia en Vitoria y San Sebastián buscando las mejores tapas.

Recientemente emprendimos la ruta del Camino de Santiago de Roncesvalles hasta Logroño. Previendo un final cansado dejamos un día de descanso completo en Logroño, para recuperar fuerzas. Aunque había otra razón: recorrer la senda de los elefantes.

La zona de tapeo más famosa de Logroño se concentra en tres calles: La Travesía del Laurel, La Calle del Laurel y la Calle de Albornoz.

En esa zona se concentran nada menos que unos 60 bares, a razón de un bar cada dos metros. Se dice que es casi imposible hacer un recorrido por todos tomando un vinito y una tapa en cada uno de ellos. Corres el riesgo de que salgas trompa y a cuatro patas. De ahí el nombre de la senda de los elefantes.

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 Un surco en el suelo, a lo largo de las calles atestigua el recorrido que llevan esos “elefantes” después de un recorrido de bares.

Teníamos pensado hacer la gira por Laurel el día siguiente de nuestra llegada a Logroño; pero esa tarde noche no resistimos la tentación de hacer nuestra primera visita a la zona:

Bar Cid. Travesía de Laurel 1.

Como me chiflan las setas, mi primera tapa, acompañada de un zurito, fue un pincho de setas a la plancha. Iba acompañada de una salsa ligera. Bastante sabrosa.

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El bar Cid es uno de los clásicos del barrio, con más de 25 años de antigüedad.

Como este artículo va de tapas no me extiendo en el restaurante donde cenamos:

La Brasa de La Laurel. Calle Laurel 16.

Baste decir que es un sitio pequeño, como la mayoría de los locales de la zona; pero, para mi gusto, de excelente calidad. Su especialidad, como es evidente, es la brasa. Tomamos un aguacate a la brasa con cebiche y mahonesa de azafrán, una chuletitas de lechal a la brasa y rodaballo a la brasa.

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Aunque la especialidad de la zona es el tapeo, no nos arrepentimos de cenar aquí, sentados, después de ciento y pico km de caminata.

El día siguiente, ya repuestos del cansancio acumulado, emprendimos nuestro safari particular por la senda de los elefantes.

Bar Jubera. Calle Laurel 18.

No dudamos con el primero de la lista. Ya nos fijamos el día anterior del fabuloso aspecto de estas patatas bravas, especialidad del lugar.

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Hay una cosa que me enfada cuando pido en un bar una ración de patatas bravas. Es que sean tacaños con la salsa. No hay nada más triste que empezar una ración con patatas con salsa y acabarla sin ella. En el Bar Jubera eso no pasa. Las patatas, bien fritas, van bien regadas con unas salsas brava y mahonesa suave, que combinan fenomenal.

Bar Lorenzo o del tío Agus. Travesía de Laurel 4.

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Tampoco dudamos en seguir nuestra particular gira por otro de los clásicos de la zona. En este caso la especialidad del local es el pincho Tío Agus, cerdo adobado (tipo pincho moruno) dentro de un bollito caliente y bañado por una salsa muy rica. Sobresaliente.

Bar Soriano. Travesía de Laurel 2.

Otro clásico que, desde hace casi 50 años, nos deleita con la especialidad de un pincho de champiñón a la plancha. Acompañado de una salsita y con una gamba, es algo sencillo; pero muy rico.

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Tuvimos que elegir entre éste y su competidor en este tipo de pincho: el Bar Ángel (calle Albornoz 1). No podemos decir cuál de los dos hace mejor el picho de champi. Quizás en otra ocasión salgamos de dudas.

Aprovechando que estamos en la Travesía de Laurel, nos decidimos por el siguiente donde íbamos a probar suerte.

Bar Charly. Travesía de Laurel 2.

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Como vimos que tenían una oferta con unos vinitos, aprovechamos para probar otra especialidad de la zona: el morro frito. Nos pareció muy sabroso, aunque el vino que acompañaba a la ración no fue tanto de nuestro agrado. Era un vino de Bodegas del Medievo. No estaba mal; pero habíamos probado mucho mejor vino por la zona.

La Tavina. Calle Laurel 2.

Dudamos si dejar ya la gira para por la tarde; pero un letrero nos llamó la atención. Nuestro respetado Ferrán Adriá había comido un pincho del lugar y le había entusiasmado. Aunque el sitio me atraía menos que los clásicos de la zona, nos animamos a probar algo y ver si coincidíamos con el maestro de El Bullí.

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Para acompañar el pincho de Crujiente de careta de cerdo, nos animamos con un tataki de atún con chutney de piña y cebolla. Sin pretender contradecir del todo a Don Ferrán Adriá, la careta de cerdo nos pareció original; pero sin que me pareciera un pincho merecedor de premio. Quizás simplemente esperábamos más.

El tataki, por otro lado, no me pareció nada del otro mundo. La salsa me pareció muy poco conseguida.

Nuestro estómago ya no daba para más y corríamos el riesgo de que nos saliera una trompa de un momento a otro.

Después de una buena siesta y un paseo por esta tranquila ciudad, emprendimos la sesión de tarde con una nueva tanda de tapas.

Bar Sebas. Calle Albornoz 3.

Como la mañana la empezamos con unas patatas bravas, la tarde la empezamos con un buen pincho de tortilla con salsa brava.

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La tortilla está en su punto. Ni demasiado cuajada, ni demasiado deshecha. La salsa bastante picantilla, acompaña muy bien al pincho.

Bar Las Quejas. Calle Albornoz 6.

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Mientras terminábamos nuestro pinchito de tortilla, observábamos como el local de enfrente empezaba a abrir sus puertas. Aprovechando que teníamos el lugar para nosotros, pedimos aquí unas Quejas, que consisten en unos bocadillitos de pan tierno rellenos de jamón serrano, setas y queso fundido. Muy rico, sí señor.

Bar Muro. Travesía de Laurel s/n con Bretón de los Herreros 34.

En 1989 cayó el muro de Berlín, coincidiendo con la inauguración de este local. De ahí su nombre. El local es bullicioso, siempre lleno de gente. No sé si el resto de especialidades merecen la pena (bolas rellenas, embuchados, caracoles…); porque sólo probamos los cojonudos. Son unos pequeños bocadillitos de pan tierno rellenos de picadillo de chorizo, huevo de codorniz y pimiento.

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No están mal; pero en ese estilo prefiero las quejas o, mejor todavía, el pincho de tío Agus.

En el aspecto negativo decir que el local tiene cierto olor a fritanga que echa un poco para atrás.

Bar Páganos. Calle de Laurel 22.

Ya estábamos con ganas de ir terminando cuando se nos antojó un último pincho moruno, para terminar. En este local los pinchos no se hacen a la plancha, sino sobre un pequeño fuego de brasas que hace que quede muy rico.

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Es difícil decir qué pincho nos ha gustado más. Quizás la cosa está entre el pincho del tío Agus, la tortilla del Sebas o el morrito del Charly.

Lo que sí es cierto que sólo probamos especialidades de 10 sitios de 60. A menos que quieras convertirte en elefante, la zona merece más de una visita. Quizás en otra ocasión.

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