Hemos Comido…en el restaurante Golf Mataleñas. El lugar, como mínimo, merece la pena por las vistas, si ya entramos en el terreno gastronómico también.
2011. Le habíamos prometido una visita a Manu y ya llevabamos demasiado tiempo sin cumplir. Ubicado en un lugar privilegiado de la ciudad, dentro de un recinto que cuenta con un parque y un campo de golf, al lado del mar. Las vistas al Sardinero, simplemente impresionantes. Tiene un acceso fácil y un buen aparcamiento.
El lugar tiene un doble encanto, por su buena cocina y por el entorno, en cualquier época del año puedes disfrutar de unas magníficas vistas bien desde la terraza, bien desde el interior. Tanto en las noches primaverales como en las estivales y alguna que otra que el tiempo lo permita se puede extender la velada en la terraza «chill out», un apartado formado por una serie de sofás con una pinta comodísima donde tomar una copa o un combinado con bebidas premium tan de moda en estos días.
Julio 2011. Yo venía de la feria del queso de Cóbreces. Ya era tarde pues me había enrollado más de lo que me había propuesto en un principio, una de las razones es que no me esperaba el montaje y la cantidad de stand presentes.
La carta es amplia, la cocina tradicional de mercado con toques creativos es la seña de identidad del restaurante Mataleñas Golf. Las carnes, los pescados a la parrilla, los arroces y el picoteo son las especialidades del establecimiento, en cuya carta se pueden encontrar platos como risotto de hongos, arroz marinero, tabla de ibéricos, lomitos de lubina a la sal, atún rojo a la parrilla o tarta de queso. A su vez, en la bodega del restaurante Mataleñas Golf se pueden encontrar vinos de Rioja, Ribera del Duero, blancos de Rueda o Albariño.
Si hay algo a tener en cuenta en el local es lo pendiente que están en todo momento del cliente. Me fijé en los encargados que tienen predeterminadas partes del local y dirigen a los camareros de forma eficaz. En cuanto terminas tu plato o bebida un camarero se presenta a tu lado preguntándote si deseas más o si puede retirar. En pocos sitios he visto tal eficiencia.
Nada más sentarnos nos entregan la carta, larga y abundante. Me fijé en los precios de los platos y me parecieron un poco carillos. En la carta hay una serie de menús ya preparados muy interesantes, sobre manera me llamaron la atención dos, el de chuletón de Cantabria y el de fin de semana. Optamos por este último un tanto elevado para un menu de precio 23 €, pero después no se nos hizo tan caro, es más se nos hizo muy bien de precio.
Las instalaciones inmaculadas, en el comedor aire acondicionado y la terraza completamente cubierta de toldos. En esta ocasión los dos comensales optamos por los mismos platos.
Y comenzamos con un pudin de cabracho como aperitivo de bienvenida, acompañado de unas tostas de pan y una salsa rosa. El pudin muy bueno y se nota que es de elaboración propia, la salsa rosa a mí no me gusta nada así que no puedo opinar sobre ella, y las tosta de pan muy buenas, perfectas de frescura.
De primero esqueisada de bacalao con vinagreta de langostinos. Este plato es un carpaccio de bacalao, exquisito, acompañado de un buen aceite, las láminas de bacalao de muy buen tamaño, una sal maldon que acompañaba perfectamente. Me encantó el toque que aportaba la aceituna negra.
De segundo tomamos lomo de novilla asado en su jugo, acompañado de unas patatas panaderas muy bien hechas. Una carne tierna y jugosa sin tropiezos, nervios, muy limpia. La salsa que acompañaba buenísima, con un marcado sabor a carne , o jugo de carne y un toque de aceite muy enriquecedor. Muy bueno, otra opción recomendable y ración generosa.
Y por último y ya de postre una selección de postres caseros, a cual mejor. Mi acompañante, ferviente admiradora y devoradora de tartas de Santiago alabó el trozo presente en el postre. A mí también me pareció una buena tarta del Apóstol aunque me gustó más el brownie, bien cargado de chocolate, muy bueno. La tarta de queso en vaso también fue de mi agrado.
En fin lo que son las cosas, lo que a primera vista se nos antojaba carillo resultó ser algo muy de nuestro agrado y muy en sintonía con lo que solemos demandar de un restaurante. En resumen, el lugar merece la pena en todos los aspectos, el gastronómico, el paisajístico y el económico. Hay que repetir pues se nos han quedado muchas cosas en el tintero.