Hemos Comido…en el Hostal Reñona en Espinama, todo nevado y despejado, aprovechamos para quedarnos el fin de semana y no estar pendientes del coche, un fin de semana para recargar pilas.

Febrero 2016. Lo venía preparando desde hace casi un mes que me habían llegado los rumores de estas jornadas y en cuanto me enteré reservé habitación y mesa. Aún acercándome con grandes espectativas estas se vieron sobrepasadas, en todos los aspectos, tradición, producto de cercanías y mucha calidad. 

 Jornadas de la Matanza En Hostal Remoña Espinama Cantabria

El precio no podía ser mejor: 28€ cada dos. En esta ocasión éramos cuatro comensales, dos de ellos celiacos que, aunque probaron cosas, la mayoría no podían pues incorporan gluten en las elaboraciones.

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Cercanía, km0 etc. Aquí te sirven lo que más cerca tienen, en concreto sidra de Liébana, comimos con sidra Pago de Tolina, el pan de la panadería artesana de los alrededores y el pan para celiacos lo elaboran ellos, pues en su familia tienen que convivir con un celiaco y decidieron «buscar» una pan comenstible y este es el resultado.

 Jornadas de la Matanza En Hostal Remoña Espinama Cantabria

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Comenzamos con lengua de ternera, de sus terneras. El día que se acaba no hay más y no dura mucho. BRUTAL. Lengua cocida y ahumada, acompañada de pimentón de La Vera. Una auténtica delicia Made in Remoña.

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Continuamos con morcilla. La clásica morcilla de sangre sin arroz y con un poco de sebo procedente de la matanza. Sabor, no apto para paladares débiles, no he probado morcilla de sangre igual jamás.

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Seguimos con unos boronos. Sangre con harina de maiz acompañado de manzana frita, más suaves que la morcilla pero igual de sabrosos, genuinos como si te encontraras en una mesa de hace cien años comiendo antes de subir al monte con la cuadrila a la tala.

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Jijas, aqui conocidas como picadillo, de sabor subido, con la grasa justa, buen sabor a pimentón. Esto si lo probaron las celiacas y resultó todo un exito. Me recordaron a las primeras que tomé en el ya desaparecido Tía María hace más de treinta años y que era la primera vez que se veían en Santander como raciones de alterne.

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Los callos. Aquí hubo discrepancia de opiniones, a algunos nos gustaron pero otros no tanto. La diferencia yo creo que les llaman callos pero no lo son. Leas recetas tradicioneles de callos llevan algo de cerdo, pata, morro etc, pero el centro es estómago de vaca o de cualquier rumiante y el cerdo que yo sepa no es un rumiante. Eran una elaboración similar a los callos, pero no exactamente callos, de todas maneras a mi me gustaron, no tanto como los tradicionales pero sí que me gustaron.

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La siguiente elaboración es la carne tradicional que se come durante la matanza, los chumarrus. Unos filetes pequeños y de feo aspecto, pero jugoso como ellos solos, de los que nos pusimos el otro comenmsal y yo hasta la bandera. Por cierto, nos preguntaron en más de una ocasión si era suficiente, que podiamos repetir no solo de est plato s no de todos los que desfilaron ante nosotros.

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Y menos mal que no repetimos, pues el papeo fue apoteósico, una comida tradicional similar a como se celebraba la matanza en estos lugares hace siglos, unas fechas de tradición y donde se jugaba con el sustento del la mayoría de la carne para el resto del año convertida en chorizos y embutidos, donde se consumía lo que no se podía guardar, un viaje en el tiempo.

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Y para terminar un postre típico de la zona, el merdoso, una crepe de sange y miel, a la que se le unta de miel y se envuelve. Por cierto, la miel era de una calidad abrumadora, también de cercanías. El resultado es un postre con fundamento y con gran sabor. Nunca te acostarás sin aprender algo nuevo.

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Los otros dos comensales a parte de picar algo de lengua, filetes, callos y jijas, tomaron su propio menú, unas alcachofas con queso. Una elaboración que aún no siendo frescas las alcachofas merece la pena y de las que no tuvieron otras palabras que no fueran elogios para con el guiso.

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De segundo compartieron un entrecote procedente de la cabaña del hostal, una carne justa de maduración, fileteada y con un punto extraordinario, acompañado de unas patatas artesanas y de unos piminetos del piquillo calientes.

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De postre la invitable tarta de queso de Pido, apta para celiacos y buenisima.

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Por El Mule

 

 

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