Hemos Comido…en el Baruco de Anero, con un Fonso como anfitrión y otro Fonso como acompañante.
Mientras esperábamos hicimos parada en la barra para tomar un aperitivo, un vermut de solera que con un montón de hielo entra de maravilla en verano, y el día se presentaba caluroso, después tornó a una temperaturatura mucho más agradable.
Una vez sentados nos despachamos bien con Troquillard, un champagne que no estaba muy allá, no es que estuviera malo pero no estaba en su mejor momento, así todo nos acompañó durante la comida sin problemas.
Nada más sentarnos nos recibieron con el sello de la casa, humus de garbanzos acompañado de pimentón y unos nachos.
Comenzamos tomando unos torreznos a la manera del Baruco. Un corte similar al habitual de la panceta, bien tostaditos, acompañados de algo de cebolla cruda y unas guindillas que aportan un toque ácido a la ración. Un auténtico escándalo, la ración resulta generosa y no te la puedes perder.
Crujiente de morcilla. Una vuelta de tuerca a un clásico de nuestra gastronomía, morcilla envuelta en pasta frita, escurrida hasta que no queda una gotra de grasa y sobre cama de pimiento. No la había tomado nunca ni así, ni aquí, pero el resultado merece la pena.
Tiradito de gamba. ¿Qué diferencias hay entre un tiradito y un cebiche? En el cebiche el corte es en cubitos, mientras que en el tiradito es en láminas finas, tipo carpaccio. En el cebiche la cebolla roja, cortada en juliana, es indispensable. En el tiradito no se usa cebolla. Mientras que el cebiche se hace en un recipiente, mezclando los ingredientes para su marinado. En el tiradito se prepara el aliño aparte del pescado. Estas son básicamente las diferencias entre estas dos elaboraciones de origen sudamericano.
El tiradito resultó como el resto de la comida, perfecto, sin sabores subidos que mermaran el de la base de la elaboración, la gamba. Se podía disfrutar tanto de la gamba como del marinado y de un sutil sabor a remolacha, un ingrediente que me suele saber a tierra y no me agrada, pero en esta ocasión acompañaba a las mil maravillas.
Steak tartar, de los que a mí me gustan, sin cantidad de añadidos y con un corte tirando a grande, un sutil picante cebolla y poco más, muy bueno.
Ventresca, que resultó ser la reina del día.
Media ventresca de bonito. Justamente frita en su exterior para disponer de un interior jugoso y sabroso como en pocos pescados, sin llegar a los límites del atún, la cual resulta demasiado grasa para mi paladar. Para mí la reina de las ventrescas es la del bonito, a partir de cierto tamaño, donde la relación infiltración de grasa/carne es la justa. Como os anticipaba en el título, la ventresca es pura magia.
Después de esta copiosa comida no tomamos ningún postre ya que estábamos perfectamente servidos. Las raciones están bien y la elaboración de las mismas es siempre perfecta. Fonso sigue en la misma linea de siempre, buen producto y elaboraciones que lo respetan. La visita siempre merece la pena.