Hemos Merendado en Parrila Albarracín, repetimos en busca de las almicas.
No siempre se necesita mantel de lino ni carta de vinos para salir con una sonrisa. A veces basta un mollete bien hecho y un torrezno que cruje como debe. Merienda en Taberna Albarracín, y vaya si mereció la pena.
El mollete de pastrami: calor y sabor
Lo sirven calentuco, con el pan bien tostado, de esos que crujen al primer mordisco pero ceden al calor del relleno. Dentro, una combinación que funciona: cebolla confitada que aporta dulzor, algo de verde para aligerar, pepinillo que da el contrapunto ácido, mozzarella fundida y, por supuesto, el protagonista: el pastrami, jugoso y bien especiado. Un bocado suculento, de los que reconfortan sin pedir permiso.


Las almicas: el rey de la tarde
Pero si hubo un momento de reverencia, fue con las almicas. Corte fino de torrezno, crujiente sin ser seco, con esa grasa que se funde en boca y deja sabor a gloria. Un espectáculo. No hay más.
Una merienda sin pretensiones, pero con intención.


Por El Mule
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