Hemos Comido…en Clandestino, en León, no teníamos intención de cenar, más bien de tomar algo en la barra, pero nada más entrar nos sedujo el local, la carta, el personal, la música… y nos quedamos.
A Clandestino lo tenía localizado por Javier del Blanco, su antiguo chef, aunque Miguel de UMMA ya me había dicho que actualmente está trabajando en otro restaurante, pero como se encuentra en Barrio Romántico pasamos por delante y nos gustó un montón lo que vimos.
Y una de las cosas que más nos gustó fue que prácticamente la totalidad de carta está disponible para celiacos, lo cual a mi acompañantre se lo pone más facil; una carta muy atractiva, cocina de fusión en el centro más clásico de Leon, todo un reclamo.
La luz invita a una cena íntima o clandestina, entre luces y sombras, muy agradable.
Continuamos con ese vicio adquirido en León, mi acompañante un blanco, albarín Pardevalles y yo un rosado, pietro picudo de Finca Lafuente.
Comenzamos con un cebiche de corvina. Una maravilla, con un ligero toque picante, unos buenos dados de pescado, como debe de ser, acompañamiento de guacamole y un ligero toque a lima, tomate y cebolla roja. La ración resultó muy generosa, aunque en la foto no lo parece, de hecho pedimos tres raciones y a la vista de la primera empezamos a pensar que nos habíamos pasado pidiendo, pero desde luego el inicio fue brutal, este cebiche era una delicia.
Continuamos con otra elaboración digna de las tierras leonesas, bacalao con oreja y morro. Pescado de interior, oreja y morro, con una salsa similar a la de los callos. Exquisto, la oreja fina, el bacalao justo de cocción y un gran sabor, maravilloso. Me fascina la cocina tradicional, me encanta rebañar sus insuperables salsas, pan en mano, cuando están elaboradas con fundamento como esta que te crea una película en la boca. Me encanta que le cocinero sea capaza de asumir un riesgo que sorprende, un mar y montaña extremo. Enhorabuena.
Para terminar, ya bien cargados para ser una cena, una picaña de angus. Un trozo de carne justo de punto, sellando los jugos del interior por su rápida elaboración, acompañado de un puré de patata con el consabido toque a mantequilla y una salsa de muchas especias, donde predominaba suavemente la canela. Una sorpresa, como la mayoria de las elaboraciones que nos sirvieron en esta cena.
Clandestino ya no se encuentra bajo la batuta de Javier del Blanco, pero merece la pena absolutamente. Buen producto, cocina diferente, generosidad en las raciones y un gran RCP.
León, ¡qué poco vamos a tardar en volver!