Hemos comido…en Caviedes, en Casa Cofiño después de visitar La Chivita. Antes de pasar por el desvio en dirección a Caviedes, oí unas voces en mi mente que decían algo así como: «par de albóndigas». El mensaje estaba claro, tuve que desviarme y parar.
Septiembre 2013. Menos mal que el cerebro me llama a hacer este tipo de cosas y no otras, como suele suceder en las películas de terror. Pues sí, Casa Cofiño un antiguo conocido al que no visitábamos desde hace mucho tiempo. Llamé antes de llegar justo al salir de Buelles, pero no tenían sitio, me invitaron a tomar algo en la barra y si se vaciaba alguna mesa podría ocuparla. Al final decidí comer en la barra alguna ración. Presto, raudo y babeante me dirigí a Caviedes.
La localidad de Caviedes fue galardonada con el premio Pueblo de Cantabria 2006. Su más insigne rincón es el Monte Corona, que dispone de un bellísimo mirador donde observar los contrastes del paisaje cántabro. El Monte Corona se inscribe dentro de los límites del Parque Natural de Oyambre, en la costa occidental cántabra, cercano a la costa de Comillas y San Vicente de la Barquera. Extensa masa forestal y enclave de elevada importancia ecológica, el Monte Corona discurre entre praderías, salpicado de setos, bosquetes y cauces de agua lo que hace de él un área de gran riqueza. El bosque abriga especies autóctonas de fresnos, eucaliptos y avellanos, entremezclados con acebos, arces y castaños, junto a otras más exóticas como el roble americano y la sequoya.
El bar sigue como lo recordaba, una tienda-bar donde se acumulan todo tipo de delicatesen, en su mayoría de origen cántabro, muchos vinos con todo tipo de denominaciones y demás integrantes de una tienda de ultramarinos, donde todo lo que se ve se vende, bolos, albarcas, campanos etc. Aunque solo sea por ver la tienda merece la pena la visita.
Donde fueres haz lo que vieres. En la barra había dos tipos de bebidas entre los parroquianos: blanco de solera en frasca fresca y vermut preparado. Difícil decisión. Cayó blanco de solera, que hacía que no lo tomaba desde que estuve en el Bar Julia en Bezana. Las soleras eran algo muy extendido en nuestra provincia, pero es una tradición que se va perdiendo, la gente joven ya no toma blanco y es cuestión de tiempo que terminen desapareciendo las pocas que quedan.
Los blancos de solera son vinos producidos en el corazón de Castilla, nacidos en las cepas de Nava del Rey y llevados desde hace generaciones en sus primeros meses de vida a Cantabria, donde existe una tradición de embotar en cubas para que se produzca la crianza bajo velo en flor.
Lo que realmente sorprende es la carta de vinos y destilados compuesta por unas setecientas referencias. Al salir, los dos comedores estaban completos, así que ya sabéis: la reserva es de rigor. Por cierto, esto era un viernes por la mañana.
La dolorosa: no me cobraron el blanco por las molestias de comer de pie, media ración de asadurilla y una ración de albóndigas, 10 euros. El trato en barra igual que en el comedor, excelente. La verdad es que la albóndiga vale el viaje, o por lo menos así opina David de Jorge en su artículo sobre este lugar.
Me animaron a tomar unas fotos de la bodega, mítica y con un número increíble de referencias para una población de doscientos habitantes, aunque los visitantes intentamos acercarnos a ayudarles. Vamos, que lo mires por donde lo mires la visita merece la pena.