La asociación de Sumilleres de Cantabria está decidida a hacer cosas diferentes, entretenidas. Prueba de ello ha sido la cata maridaje que han llevado a cabo esta semana, en la Confitería Vega, sita en la céntrica calle santanderina de Hernán Cortés.
Cuarenta personas llenaban el aforo, no era para menos; catorce bombones diferentes para cada uno de los asistentes, junto con cinco vinos que acompañaban perfectamente las elaboraciones que Luis Ruiz Vega, maestro chocolatero y gerente de la confitería, compuso con mimo y de forma artesanal.
El bombón, se trata de una pequeña porción de chocolate que puede llevar en su interior una cierta cantidad de licor o incluso cualquier otro dulce. A veces es tratado como un fondant con un relleno de crema. La preparación de bombones pasa en algunos casos por la introducción de un licor para que su aroma «estalle» tras fundirse, con el calor del paladar, la capa exterior del bombón. En algunos casos el chocolate hace de recubrimiento de frutos secos, praliné, de frutas, etc. Los bombones pueden tener un relleno de varios tipos de cosas; así lo demostró la cata de este lunes 18 de mayo.
“El chocolate debe formar parte de la gastronomía, no solo debe servir para regalar al médico o a la secretaria del ministro”, dice Luis Ruiz Vega.
Cada uno de los bombones fue explicado en su elaboración, en su textura y gusto particular, contestando las dudas que los asistentes planteaban al maestro chocolatero.
Cada tres bombones se servía un vino y una explicación.
El primero de ellos se llama KALMA. Curioso nombre. Uva Moscatel traída de Málaga en camión frigorífico hasta la Bodega Sel D’aiz, en Castillo Pedroso; donde Asier Alonso y Miriam Pinto lo han elaborado con mimo y delicadeza, igual que sus otros vinos, para obtener un moscatel seco, no dulce; pleno de aromas potentes, flores blancas, azahar. Lo explicó perfectamente Asier, contando con todo lujo de detalles lo difícil de elaborar esta variedad.
El segundo de los vinos, un Cava FREIXENET MALVASÍA 2009, dulce y agradable, recién salido al mercado. Cava de larga crianza, con burbuja fina y persistente, viva. Aromas a frutos secos y tostados, compota y mermelada. Fresco y joven, con buena acidez bien integrada.
El tercer vino HIELU DE PICOS 2014. Qué recuerdos de añadas anteriores, cuántas ganas de encontrar lo mismo en esas botellas de medio litro. Vino de La Tierra de Liébana, Indicación Geográfica Protegida, elaborado por Compañía Lebaniega de Vinos y Licores. Tenía el listón muy alto, nos prometíamos encontrar una Gewürztraminer de vendimia tardía, amoscatelado, dulce pero no empalagoso, con buena acidez; que nos recordase los vinos de hielo alemanes tan afamados. Pero solo se quedó en eso, en promesas incumplidas.
El cuarto de los vinos, retomamos otro Cava de Freixenet, esta vez el conocido MALVASÍA 2001, la cosecha anterior al 2009. Apuesta segura para armonizar con los deliciosos bombones que nos acompañaban durante toda la tarde. Las explicaciones de Antonino de Andrés Velasco, profesor de Hostelería y Turismo en la Escuela de Peñacastillo así como Vicepresidente de la Asociación de Sumilleres de Cantabria, nos marcaban el camino de las sensaciones a encontrar: nariz de frutos secos, orejones, pasas. En boca goloso, pero fresco; dulce, pero no empalagoso; sabores a regaliz.
El último de los vinos estaba pensado para terminar la fiesta; porque aquello era una fiesta de los sentidos, era un CASTA DIVA COSECHA MIEL, la moscatel romana de Bodegas Gutiérrez de la Vega, emblema de los vinos dulces de España. De un atractivo amarillo dorado. En nariz, perfume de azahar, agua de rosas y naranja amarga, tras ellos aparece un exótico fondo de almendras tostadas, pastelería, y especias dulces con la vainilla como principal protagonista. En boca es frutoso, nos reencontramos con el dulzor de la miel y el frescor de las naranjas amargas; de paso ligero, sutil y delicado. Persistente.
En fin, todo un lujo de maridaje que nos gustaría repetir; bombones y vinos, vinos y bombones, en completa armonía para el deleite de unos pocos privilegiados.
¿Te apuntas?
Por Alfonso Fraile