Tras la grata sorpresa que me llevé la semana pasada al probar un menú degustación, me decidí por hacer una búsqueda en internet a ver si podía encontrar algo similar.
De entre todos los lugares que pude ver, este me resulto el más acertado ya que, además, el resto se me salían de presupuesto.
El viernes se está convirtiendo en mi día favorito para ir a comer, después de finalizar las clases semanales de inglés. Días atrás me había fijado en que había una exposición que me coincidía de camino al restaurante, se llamaba Oliver Cornet Gallery. Me daba tiempo de sobra por lo que decidí ir antes de comer. El sitio no era muy grande, pero había cuadros y esculturas por todas partes, el espacio estaba muy aprovechado.
No sé si fueron los cuadros o qué, pero llegué muerta de hambre a la hora del almuerzo. Me pusieron la mantequilla de obsequio de bienvenida, como en otras ocasiones, pero esta vez sí que me la terminé. De todas las que he probado ha sido la que más me ha gustado.
Otro aperitivo fueron unas zanahorias braseadas con brotes y quinoa. Había un ingrediente que se me escapaba ya que cuando me lo describieron solo mencionaron lo que he dicho pero la quinoa estaba mezclada con algo que me recordaba a la morcilla picante de untar de León. El plato en conjunto me pareció muy original.
Diariamente van cambiando el primer plato del menú degustación al que denominan “Amuse Bouche”. En esta ocasión, era pulpo braseado con chorizo criollo, zanahoria cruda y salsa de calabaza. Puede resultar una mezcla un tanto extraña, pero estaba muy bueno.
Como algunos sabrán ahora es temporada de espárragos y, por ello, está siendo producto ofertado en muchos restaurantes. Estaban hechos al dente con suero de leche y aceite de ortiga además de venir acompañados de una fina lámina de papada y tierra de queso con un sabor similar al queso de la Jarradilla.
Estoy un poco cansada de los tatakis y tartares ya que es un plato que en España te encuentras en casi todos lados. A la gente le encanta, pero yo personalmente lo empecé a tomar antes que se pusiera de moda y ya es algo que me aburre un poco. En la carta, estaba descrito como atún braseado, pero venía a ser un tataki (sellado por fuera y crudo por dentro). Se notaba que estaba recién sacado de la nevera ya que estaba frio. Estoy de acuerdo que debe ser conservado de esta manera, pero tiene que ser servido a temperatura ambiente. Venía acompañado de mousse de aguacate, sésamo furikake y salsa tamari.
De plato principal se daba a elegir entre bacalao o carne. Claramente me equivoqué escogiendo la carne ya que entendí que se servia prácticamente cruda y fue precisamente lo contrario, muy hecha y cocida. Fue una confusión del idioma ya que cuando los españoles hacemos hincapié en que la queremos rosa es que la queremos prácticamente sin hacer, como yo digo “bailando”. El puré de patata estaba frío y no tenían excusa ya que en el restaurante solo quedaba yo. El sabor de la carne no me gustó nada, pero me trajeron un caldo de pollo para añadírselo y, al disfrazarlo ,ya la cosa cambió bastante.
Cuando me vinieron a preguntar que me había parecido le conté lo sucedido al camarero y me dijo que a lo que aquí se llama “servido rosa” es a media cocción y normalmente al horno. Me dijeron que lo podía cambiar, sin ningún problema, por otra cosa, que fue un detalle por su parte.
Antes de comenzar con el postre principal, me sirvieron este otro para limpiar el sabor de la carne. Era una mousse de yogurt con una base de limón y fresas, una tierra de almendras y azúcar glass. Muy suave pero delicioso de sabor.
Y que decir del postre final, mi mejor amigo el chocolate no fue el protagonista esta vez pese a que era la inmensa mayoría del postre, junto al caramelo. Lo que más me llamo la atención fueron las rocas almendradas que lo acompañaban. Era una espuma solidificada con azúcar glaseado y almendra, recubiertas por una finísima capa de chocolate. Además, venía acompañado de un helado de miel de castaña.
No soy de tomar café, pero con esta comilona era cuestión de vida o muerte.
El restaurante estaba formado por tres plantas, yo almorcé en la planta baja. El local era muy agradable sobre todo por la música. Recuerdo que pusieron “The man that got away” de Dina Washington y otras canciones que hicieron la comida especial. Hubo otra cosa que me resulto justo lo contrario. Mi mesa estaba situada en la entrada de la cocina y todo el rato me estaban viniendo olores de la cocina. Esto es algo que detesto, deberían o poner un extractor más potente o simplemente una puerta. La mejor comida se puede convertir en la peor por cosas como esta.
11 Merrion Row Dublin D02 KW61 Irlanda