Hemos Comido…en un lugar que un gran amigo mío definiría como «un lugar con gran encanto».
Situado en el Valle de Ayala, en la provincia de Álava, localidad de Quejana y muy cercano a Bilbao. Dispone de diferentes posibilidades siendo un pequeño hotelito con una cocina tradicional y diferentes salones para todo tipo de eventos. El conjunto se situa en un palacio del siglo XVII, restaurado con respeto hacia la arquitectura original.
Pero lo mejor de todo es disfrutar al completo del entorno rural marcado por la cercanía del castillo de los señores de Ayala (hoy en día ocupado por un único dominico) y por la posibilidad de disfrutar de La Robleda de los Sueños.
Es el único bosque visitable en el país que unifica la obra de 25 pintores sobre la corteza de sus robles. El 28 de mayo del 2021 se inauguró La Robleda de los Sueños, un museo al aire libre único, en el que han participado 25 artistas de renombre nacional e internacional. Cada artista ha pintado el tronco de un roble, en el que ha podido plasmar su arte con el diseño, estilo y motivos que ha deseado.
Forma parte de Slow Food que le confiere la categoría de Restaurante Km. 0. Esto significa que la base son sus ingredientes y la proximidad: materia prima de procedencia local.
Dispone de varios ambientes para tomar un aperitivo antes de la comida o desde la bodega disfrutar de un vino esperando a entrar en el restaurante.
Aquí queda un carrusel de imágenes del entorno, para que os hagais una idea:
Antes de subir al comedor difrutamos de un vino en la bodega, me comentaron que es algo muy habitual y que les gusta a los comensales que se acercan al restaurante. Yo tomé un vermut helado ya que hacia un día maravilloso, rondando lo caluroso, y al fresco de la bodega se estaba de maravilla disfrutando de un refrigerio mientras los otros comensales disfrutaban de un vino.
El vermut que tomé procede de una destilería del Valle de Ayala, destilerías Acha, con una dilatada historia. En 1831, Paul Pomes, un francés afincado en Bilbao fundó el embrión de Destilerías Acha en la calle de Hernani de la capital vizcaína, con el nombre de Fábrica de Aguardientes, Compuestos, Licores y Jarabes. Varias décadas después, la producción se trasladó a Areta y en 1884, llegó a su ubicación definitiva, en Amurrio (Álava). Entre traslado y traslado, entró en la empresa Manuel Acha Barañano, un trabajador de la línea férrea de Areta que sufrió un accidente laboral y se recolocó en la destilería, donde escaló puestos hasta convertirse primero en gerente y luego en dueño.
Hoy por hoy es la destilería más antigua de España y la tercera licorería familiar más longeva de Europa.
Elegí un vermut Premium Acha rojo. La artemisia, genciana, dictamo y otras hiervas aromáticas, elaboran el singular vermut de magníficas propiedades. Me resultó refrescante y muy apetecible para abrir boca ante la copiosa comida que se avecinaba.
El mayor atrayente del restaurante es la gastronomía, asistí a una comida en la que éramos ocho comensales y pasaron a servirnos en menú Bertako que enseguida paso a describiros.
Crema de espárrago de Navarra y croquetas de jamón. Una buena y escurrida fritura, masa ligera y buen sabor a jamón. El espárrago resultó también de muy agradable sabor, pero más cercano en textura a un puré que a una crema, me gustó.
Tataki de atún, sésamo y vinagreta de kinchi. Un pescado de moda donde marca la diferencia la calidad y la frescura; este provenía de Balfego, conocido por la calidad de su atún. La vinagreta le acompañaba de una manera espectacular, un contraste de frío y caliente muy agradable.
Huevo de caserío a baja temperatura, merengue de trufa y setas de primavera. Elaboración muy diferente a otras similares, es como un volcán donde el centro y la textura difiere de las paredes, pero se complementa. Sabor a raudales de las setas que forman el merengue y un agradable aroma a trufa.
Lubina a la brasa sobre arroz y mejillón de roca. Yo no soy muy amigo de este pescado, pero he de reconocer que su punto era perfecto, el arroz sobre el cual se asentaba también resultó muy buen compañero del pescado. Se notaba que estábamos muy cerca del mar y que la frescura marcaba la diferencia, así como una elaboración perfecta.
Cochinillo confitado, salteado de frutas tropicales y cremoso de boniato. Tampoco soy muy amigo de los confitados de este tipo de carne (cochinillo, lechazo). La vinagreta que lo acompañaba tampoco me volvía loco, pero el tueste que le habían dado a la carne le daba una textura similar a los asados en horno, me gustó y sobre todo el acompañamiento del cremoso de boniato, que resultó una verdadera sorpresa.
Texturas de chocolate con helado de mandarina y crujiente de caramelo.
La comida estuvo acompañada de un blanco riojano, últimamente muy de moda, un tipo de vinos poco populares hasta hace bien poco y que siempre se han elaborado en la zona.
Elaborado a partir de la variedad viura, este Denominación de Origen Calificada Rioja aporta frescura e intensos aromas frutales al paladar. La uva queda patente con un ligero amargor inicial muy peculiar, algo que dota de carácter propio a este vino.
Bodegas Portia es el elaborador de este Portia Crianza 2018, esta bodega es una de las más bonitas y modernas que he visitado puedes comprobalrlo en este link, A la vista presenta un color cereza picota, con destellos morados, evoca aromas a frutas del bosque, vainilla y ligeros tostados. Un vino potente y de buena acidez. Final largo en notas dulces y tostadas.