Denominación de Origen Navarra. Reserva 2015

Variedades: 60% Cabernet Sauvignon y 40% Graciano. Grado Alcohólico: 15º.

Tras una crianza de 14 meses en barrica nueva de roble francés, reposa en botella 24 meses más antes de su salida al mercado. Nacido de viñedos situados en pendientes y a una altitud de 450 – 480 m, con suelos poco profundos y pedregosos. En estas condiciones la concentración de la uva es sensacional, con gran equilibrio y expresión. La cuidada elaboración otorga un vino de soberbio color, intenso y aromático, donde inicialmente destacan su fragante contenido frutal, el recuerdo de su crianza en roble de calidad y unas seductoras notas minerales. En boca es elegante y carnoso, con unos envolventes y sedosos taninos.

Los grandes tintos del mundo, y una parte de los blancos más notables, son criados en barricas de roble antes de ser embotellados. Tras su estancia en ellas, los vinos salen engrandecidos, mucho más complejos y ricos en matices.

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Ahora bien, una buena crianza consta de dos fases: una en barrica y otra en botella; en esta última el vino se pule, redondea y alcanza su máximo potencial. Por eso, la crianza (que no conservación) de un vino siempre conlleva dos fases; una oxidativa, llevada a cabo en barrica y otra reductora, que tiene lugar en la botella.

Durante el período de maduración o crianza, el vino comienza a desarrollar sus cualidades gustativas, adquiriendo además limpidez y estabilidad. La crianza ideal se desarrolla en barrica de roble (antaño, el empleo de castaño y cerezo se debió más a la disponibilidad de esta madera que a lo idóneo de sus aportes). La crianza en depósito no alcanza nunca las mismas cotas de calidad. Ahora bien, antes de meter un vino en barrica, debemos considerar si el vino es de la calidad adecuada y si el valor añadido que obtengamos justifica lo que deberemos pagar por él. Los costos de la crianza son debidos al abultado precio de la barrica, que oscila entre 300 y los 800 euros, para un volumen de 225 l. y una vida recomendable de 6 años máximo; al alto coste de la mano de obra para realizar los rellenos, limpiezas, trasiegos; a las pérdidas por absorción de la madera que, para una barrica nueva, supone unos 5 litros de vino; al inmovilizado financiero que deben soportar, etc.

Es preferible una sana crianza en depósito inerte que emplear barricas viejas, de origen y pasado dudoso (contaminación microbiana, subida de la acidez volátil y aparición de malos gustos).

La madera desempeña un papel decisivo en la evolución de los vinos. Una barrica de roble, de madera nueva y aromática, influye de forma determinante en la crianza del vino; por la cesión de elementos aromáticos y gustativos (taninos) de la madera; por la precipitación de sustancias inestables, aumentando la limpidez; por la micro-oxidación progresiva y permanente (evolución).

Estos aspectos están condicionados a su vez por el origen del roble, el secado, por la técnica empleada en la fabricación de la barrica y por la edad y uso de la misma.

En este vino ALTOS DE INURRIETA, la madera está muy bien integrada con el vino, no predomina si no al contrario, le aporta esos matices de plenitud tan de agradecer.

Por Alfonso Fraile

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