Santander Marea Alta Hotel Silken Río

Hemos Comido…en El Hotel Silken Río, en su restaurante Marea Alta, un lugar con unas vistas excepcionales y una cocina diferente, como suele ser habitual en los hoteles de la cadena Silken.

Uno de los atractivos del restaurante son las vistas. Se puede observar en verano toda la luz del Cantábrico volcada en la Primera y la Segunda playa de Sardinero y si se tercia seguir los juegos con las olas de los surfistas casi siempre presentes en estas playas. Por el contrario, si es invierno no por ello desaparece el interés de observar un mar siempre interesante bien por observar una tormenta, bien por seguir la entrada de cualquier barco hacia la bahía.

Los propietarios de la cadena Silken hace años que vieron necesaria una transformación en el mundo hotelero y decidieron apostar por la gastronomía. Bajo la dirección de Martín Berasategi crearon la ESAB (Escuela Silken de Alimentos y Bebidas) para formar a chefs y personal de sala y conseguir que sus centros de alojamiento fueran también conocidos por el buen comer.

Berasategi, con los otros chefs de la cadena Silken, tienen también un centro de pruebas donde crean los cuatrocientos platos nuevos que salen al año de sus fogones. «El plato más excelente –dice-, es el último creado».

Mayo 2013. Comida de trabajo, coincidió con un día de sol donde se veía hasta el horizonte y había más de un surfer practicando deporte. Si al atractivo de la cocina de este hotel le añadimos las vistas, finalmente la comida de trabajo se convierte en una comida de placer.

Hay dos menús de nombre Bistró, compuestos de dos platos y un postre. Uno de 19€ y otro de 24€. Éramos tres comensales, nada más sentarnos nos trajeron la carta y nos preguntaron por el vino que tomaríamos. Únicamente yo tomé vino, una copa de Albariño Zios que me acompañó durante toda la comida, no tome más copas.

Zios es un vino monovarietal de albariño procedente de la subzona del Condado do Tea (Rías Baixas), fermentado y criado sobre lías. Color amarillo verdoso con aromas de frutas blancas y un fondo de hierba fresca. En boca seco, fresco, amplio y equilibrado.

Acto seguido nos trajeron el pan, recién horneado y de dos tipos diferentes.

Comenzaron sirviéndonos un aperitivo consistente en un puré de lentejas. Un puré a la antigua usanza, con buen sabor típico de la abuela, muy bueno.

Yo tomé de primero arroz con cigalitas a la marinera. Arroz bien de punto con buen sabor a marisco, acompañado de cigalitas y almejas, muy bueno. Otro de los comensales también tomó arroz, pero este con oyocantaro, muy bueno según su criterio. Y el tercero de los comensales tomó una verduritas de temporada salteadas en wok con aceite de oliva. Con muy buena pinta y justas de punto, todas frescas, perfectas según el comensal.

Si los primeros fueros todos de nuestro agrado los segundos solo pueden calificarse de excepcionales.

Yo tomé un taco de atún rojo emparrillado y laminado con salsa de soja. El atún estaba exquisito, crujiente por fuera y rojo por dentro, juraría que era ventrecha o un trozo cercano a la ventrecha, dada la cantidad de grasa que contenía el taco. Buenísimo de sabor y de punto, el atún perfecto en todo. Básico: el pescado y la parrilla, un pequeño toque de soja e voila. Muy recomendable.

Otro de los comensales tomó bonito, no pudo acabarlo, demasiado generosa la ración, según él muy bueno.

Y el tercero de los comensales tomó solomillo de vacuno emparrillado sobre costrón de pan frito con foie y salsa de Oporto. El aspecto del plato era buenísimo, un buen taco de carne y justo en el punto que lo pidió el comensal, muy bueno según él.

De postre tomamos dos de los comensales tarta nube de queso y arándanos. Muy buena, vaporosa, acompañada de un sorbete de fresas. El otro comensal tomó un helado de mandarina.

Con los cafés nos sirvieron unos petit fours. En resumen, el lugar merece la pena en todos los aspectos, un excelente servicio, unas instalaciones perfectas y unas vistas como pocos lugares, la comida buenísima. No tardaremos en volver.