Hemos Comido…en Ronquillo, Fonso y yo, una visita que les debía desde hace tiempo.

Tras la reorganización anterior seguimos descubriendo elementos diferentes, en esta ocasión una huerta justo enfrente del restaurante, compatiendo ubicación con un parking para clientes. Pendiente queda la adecuación de la zona baja del edificio, orientada a almacén y bodega, y una terrraza interior que promete.

Restaurante Ronquillo

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Sabedor de mi afición por los blancos espumosos el otro comensal tambien se animó y pedimos un Juvé & Camps Milesime 2017 que ya conocemos de otras ocasiones y que estando a buena temperatura siempre es un excelente acompañante para cualquier comida.

Restaurante Ronquillo

Y comenzó un desfile de elaboraciones, a modo de menú degustación. David nos puso de comer lo que le apeteció, mejor dicho lo que él pensó que nos iba a gustar más; no se equivocó lo más mínimo.

Restaurante Ronquillo

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En cuanto se nos terminó el cava continuamos con un champagne Delamote brut, un magnífico coupage de chardonnay, pinot noir y pinot meunier, procedentes de viñedos Grands Crus de los míticos pueblos de la Champaña de Le Mesnil-sur-Oger, Ambonnay, Tours-sur-Marne y Vallée de la Marne.

De un hermoso color dorado, aromaticamente intenso, destacan en nariz las notas cítricas, flores blancas. De gran frescura y delicada aguja en boca.

Restaurante Ronquillo

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La comida fue un derroche de tradición y modernidad, dos conceptos que amasa David como nadie. Sus guisos eternos junto a un toque y, en muchos casos, apariencia moderna, hacen que su cocina sea única en la zona y de una calidad como pocas en Cantabria. No os voy a comentar los platos, ya que el menú fue una atención hacia Alfonso y va aser algo difícil que se pueda repeterir a no ser que se encargue.

Por El Mule

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