Hemos Comido…en La Reserva del Olivo, descubierto durante una visita anterior a la ciudad, y que ha terminado siendo el recurso nocturno obligatorio.

La visita anterior fue por trabajo, y tras un desdichado día terminé en la barra de este ilustre restaurante tomando unas gambas cocidas con champagne que me supieron a gloria bendita. Quedé con ganas de compartir la experiencia con mi media naranja, sabedor de sus gustos afines, y tras más de mil kilómetros de viaje, sin comida, nos acercamos a cenar a este lugar. La cosa fue tan bien que los dos días que estuvimos en Málaga cenamos en el mismo sitio.

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Si hay algo que siempre me seduce son unas buenas patatas fritas, y estas lo eran.

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En estos lugares siempre se empeñan en servirte en la terraza, algo que no es santo de mi devoción; aquí me lo ofrecieron, pero no insistieron. Al día siguiente, cuando volvimos, nos pregutaron si queríamos la misma mesa (alta y situada muy cerca de la barra), lo que denota una muy alta profesionalidad en el servico.

Estaba claro que el champagne era el vino que nos iba a acompañar.

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Comencé con un clásico de la zona, la porra antequerana con atún. La ración, aún siendo media, era enorme; la porra sabrosa y fresca, que no fría, y el atún cocido en lomos con un punto bastante jugoso. Un conjunto perfecto para una sopa veraniega nocturna.

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Y pasamos a las gambas, que son un poema. Cocidas en un punto perfecto y recién hechas, fresquisimas, no se les puede pedir más. Suelo ser más de plancha, pero estas me sedujeron.

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Para terminar un buen entrecote. Una buena pieza con un buen punto. Menú nocturno perfecto, de aquí a dormir, no es lo más saludable pero depués del viaje desde Santander, haber andado un rato por la ciudad y llenado placenteramente la barriga, la cama llamaba a gritos.

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Al día siguiente repetición de la jugada, pero esta vez el compañero líquido para mí fue una sangría que te hacen sobre la marcha y que está para no parar de decirle pìropos, fresca y bien cargada de fruta, de la cual al final del líquido das buena cuenta.

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De las patatas repetición, y como os comentaba antes nos ofrecieron la misma mesa, que fue donde nos sentamos. Antes no lo comenté, pero la otra comensal es celiaca y salvo la porra, que lleva pan en la receta, todo lo demás pudo tomarlo. 

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Estaba claro que otras gambas caían, repetimos sin pensarlo. Resultaron igual de deliciosas que las del día anterior. Cocción en el momento, justas de sal y perfectas de punto. Hay un vicio bastante extendido en Málaga, en la mayoria de los locales las cuecen todas juntas y las guardan en el expositor a la vista, lo que sucede cuando te las sirven es que están excesivamente frias, también el hecho de estar al frío las reseca y no están tan buenas como las que nos ocupan, que todavía llevaban un cierto toquecillo de calor. Este fue uno de los errores en mi primera visita a la ciudad, dar por sentado que las cocerían al momento. 

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Habitualmente suelo cenar un gazpacho o salmorejo en casa, tanto en invierno como en verano, es algo que me gusta muchísimo, así que igual que el día anterior pedí una porra, esta vez con huevo y jamón, también resultó un auténtico vicio. 

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Un tema muy habitual en la discusión en torno a la porra y salmorejo, es la existencia de diferencias entre estas dos sopas frías. Para mí  son dos cosas muy distintas, en cuanto a ingredientes y a texturas; cada una tiene su raíz y su origen. El salmorejo lleva tomate, ajo, pan, aceite de oliva y un poquito de vinagre, y la porra además lleva pimiento. El salmorejo necesita menos pan, lo que hace que sea más ligero, a la porra se le añade mucho más pan y por tanto resulta más densa.

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No cabe duda de que durante la próxima visita a Málaga este será un sitio al que estaremos deseando volver.

Por El Mule

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