Hemos Comido…en uno de los establecimientos emblemáticos de Cantabria, en la Hostería de Quijas.
junio 2019. Después de asistir a la presentación y cata maridaje de la Bodega Boreal, decidimos acercarnos a comer para profundizar algo más en la oferta gastro. La Hostería está ubicada en una casa palacio del siglo XVII-XVIII, rodeada de un jardín con plantas y árboles centenarios.
Éramos seis comensales y acompañamos la comida con un Freixenet Reserva Real, un antiguo conocido que nunca defrauda. Si a esto le añades unas copas de muy buena calidad y una temperatura correcta el éxito de la bebida está asegurado.
Optamos por el menú degustación, que tiene un precio de 45€.
Nos sirvieron como aperitivo una degustación de aceite, un arbequina de Artajo.
Un aceite de extracción en frío de la variedad arbequina procedente del Valle del Ebro, del pueblo de Arbeca (Lérida). Frutado verde con tonos intensos de rama de tomate y fruta dulce.
Comenzamos con el «principio de la aceituna». Un entrante de gran sabor y continuador de la anterior de gustación de aceite.
Otro de los entrantes consistió en almendra al queso. Demasiado suave para mí.
Continuamos con un trampantojo de jamón. El más potente de sabor hasta el momento, que en su interior esconde unas manos guisadas a la manera de callos. Estupendo.
Tartar de salmón, guacamole y sopa de pepino. Una entrada fresca, marcada por el sabor del salmón y el frescor del pepino, muy agradable, preparando el paladar para el siguiente.
Bacalao al pil pil y crema de acelgas. Muy buen punto del pescado, tanto de sal como de cocción y un pil pil poco cargado que no enmascara el pescado.
Todo un clásico de la casa, los garbanzos con foie y berza. Uno de mis preferidos del lugar y como tal no defraudaron lo más mínimo.
Sandwich de pasas y caramelo.
Para terminar flan de aceituna.
La Hostería sigue siendo un lugar muy especial donde empezar comiendo, para no saber cuando vas a terminar pues las copas después de la comida se pueden extender incluso hasta la cena, ya que con un buen día el jardín es todo un espectáculo donde zanganear sentado en una buena silla y hablar horas y horas sobre lo que se tercie.