Cañadío, hora punta 20:00 del sábado. Hasta la bandera, surge una calva en la barra y hacia ella nos lanzamos en barrena. Esquivando gente con pinchos en la mano, gente que entra por la puerta y acaba de verla. Aceleramos el paso y conseguimos tomar la plaza por los pelos. Objetivo: antojo, llamemoslo como queramos pero hemos venido a comer hamburguesa de bonito.

La foto del pie de este párrafo como podeis comprobar no es la hamburguesa, es otro de los memorables pinchos del restaurante: el bacalao a pil pil. Uno de los mejores, por no decir el mejor que he probado. Un pil pil excepcional, un bacalao como se puede ver de buena factura. Hecho a las mil maravillas, según mi criterio, para otros sería poco hecho, pero cada día disfruto más con el punto poco hecho; incluso con los crudos que consiguen cautivarme cada vez más. Todo ello sobre una rebanada de pan (Tumaca), con un pequeño toque de tomate en la base. Algo que dice en voz alta: «Cómeme, pero de un bocao», cosa harto difícil a no ser que dispongas de una boca de enormes proporciones. Así que utilizas cuchillo y tenedor intentando «desgraciar» lo menos posible la buena pinta de la vianda.

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Si hago referencia al pincho es por que cada vez que pido una hamburguesa pasa bastante tiempo hasta que me la sirven y ese tiempo se hace cada vez más largo. Cuanto más tiempo pasa más la estoy deseando así que intento conciliar el hambre y el sincio con la oferta que tengo ante la vista, por otra lado de lo más variada y apetitosa.

Por supuesto, a parte de las viandas que hacen de aperitivo antes de la llegada de la hamburguesa, caen algunos de sus homónimos alcóholicos, léanse vinos o cervezas, dependiendo de la tendencia del día.

Por el Valle de la Muerte cabalga la hamburguesa en dirección a la barra donde me encuentro y por fin llega ese oscuro objeto del deseo. La simple vista, tras la árdua e inevitable espera, no hace más que acrecentar las ganas de saborear el manjar.

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Por fin tengo a mi alcance tan suculento manjar. En un principio me avisan de la temperatura del plato, es de agradacer, pues ya me encontraba en disposición de girar el mismo para colocarlo en posición de entrar a matar, a lo que que procedo de inmediato. Y pasa la vianda del plato a mi boca, mi cerebro registra en el recuerdo un sabor ya conocido, esperado y alabado: el del bonito sutilmente hecho acompañado de unos pequeñísimos toques de cebolla frita y el magnífico acompañamiento de unos granos de sal, simplemente delicioso. 

Sin embargo la hamburguesa viene acompañada de mostaza y kepchup como cualquiera que se precie de tal. Este último no es de mi agrado, así que me lanzo hacia la mostaza seca sobre la superficie del plato. Esta resulta de dificil acceso debido a la temperatura y hay que raspar con el cubierto que te proporcionan. Tras conseguir el condimento resulta un acompañante de lujo para la carne del bonito.

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Resumiendo, nada que ver con la hamburguesa del reportaje de ABC Dos años retratando una hamburguesa incorruptible y un auténtico placer sensorial por un precio de 9,15€. El impuesto a pagar el tiempo que lleva hacerla, para mí sea cual sea siempre va a resultar una larga espera, más o memos llevadera pero siempre larga.

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