Cabo Menor y Cabo Mayor son dos salientes de tierra frente al mar Cantábrico, formado por calizas del Cretácico Inferior, dando origen a la ensenada y playa de Mataleñas. Está situado al norte del municipio de Santander, en la localidad de Cueto.

La meseta de Cabo Menor se convirtió hace unos años en campo de golf del municipio de Santander. Yo accedo a la senda de Mataleñas, desde la entrada al parque de Mataleñas a través de una entrada habilitada a tal efecto situada a escasos cien metros de la entrada del parque, pero se puede acceder desde varios puntos.

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Es una pequena ruta de a pie con una senda construida en placas de hormigón en la mayoría de su trajecto muy cómoda de hacer. Es algo que cualquiera que venga a Sanatnder no puede perderse por la belleza natural a lo largo de toda su trayectoria. Yo doy la vuelta a toda la península de Cabo Menor, pero el paseo puede continuar en los dos sentidos hacia las playas del Sardinero, se puede continuar hasta el puerto de Santander y en el otro sentido hacia el faro de Cabo Mayor, el Panteón del Inglés y varios kilómetros siguiendo la costa en dirección oeste.

Entrada y senda hasta la punta de Cabo Menor 

La senda discurre paralela a la costa, pasas pegado a la playa de Los Molinucos, se ve todo el abra de la bahia, la isla de Mouro, las playas del Sardinero, de fondo el Palacio de la Magdalena. Vamos, una vista como pocas en el mundo, algo para recordar. Esta primera parte termina en la punta de Cabo Menor desde donde podemos observar los acantilados de este cabo y a la vuelta del mismo el Faro de Cabo Mayor y la playa de Mataleñas.

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El camino hasta Mataleñas

En 1778 hubo un primer intento para edificar el Faro de Cabo Mayor, proyectado por el ingeniero de marina Joaquín de Ibarguen. Pero es en 1833 cuando se aprueba la construcción del faro, con un diseño inicial del capitán de navío Felipe Bauzá y versión definitiva de Domingo Rojí. El nuevo faro se encendió por primera vez la noche del 15 de agosto de 1839, elevándose en el lugar conocido como atalayón de Cabo Mayor donde, desde tiempos remotos, se hacían señales a los barcos, con banderas por el día y grandes fuegos por la noche.

El camino en esta parte del recorrido es más llevadero, sobre todo en verano cuando «casca Lorenzo», pues la tapia del golf municipal da sombra, más o menos, la mitad del camino. A esta altura tenemos el mirador de la playa de Mataleñas, un lugar ideal para sentarte y pasar las horas muertas.

Al terminar esta parte, generalmente en verano, te encuentras con el clásico camión de La Polar donde tomar un helado o un botellín de agua o refresco, siempre en el mismo sitio desde que yo tengo uso de razón.

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Una parada en el camino

Nada más salir al camino que circula paralelo a la carretera hacia el faro, y a pocos metros de la playa de Mataleñas, nos encontramos con la entrada al restaurante Golf de Mataleñas, que disfruta de una de las mejores terrazas de nuestra ciudad y la que se puede acceder con mi acompañante a desayunar los dos un bocadito para reponer fuerzas y continuar nuestro paseo. Por cierto, nada más entrar nos encontramos con nuestra amiga Lola, que trabaja en este restaurante. Para deasayunar cafetín y pulguita de hamburguesa, recién salida de la plancha, inenarrable, ¡hace un hambre a esas horas los fines de semana!

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El final del paseo de vuelta al coche

Tras reponer fuerzas me dirijo a la entrada del parque de Mataleñas a una zona pensada para hacer deporte, un circuito con algunas maquinas. Esta zona es preciosa, llena de arboles cuasi centenarios. El camino discurre paralelo a la carretera de subida al faro separado por una tapia de piedra, la prolongación de la tapia de piedra que nos daba sombra en la parte anterior del camino.

Al final del camino hay un estanque en el que se dan cita, dependiendo de la estación, multitud de patos salvajes a los que se puede observar muy de cerca. También hay una población de carpas enorme, alguna de tamaño descomunal.

Justo al final de este camino, cercano a un letrero que pone «llegada» hay un cartel que siempre me ha hecho gracia, por no decir otra cosa. En él se ve a un perro o dinosaurio, vaya usted a saber, haciendo sus necesidades y en el que versa «ÉL NO LO HARÍA SI USTED LE HUBIERA ENSEÑADO, TODAVÍA ESTA A TIEMPO» y lo firma «King Kong». Entiendo que la capacidad neuronal de King Kong no debería ser muy grande asi como su capacidad de expresarse, pero la del artista a la hora de expresarse en este momento tampoco. Entiendo (a ver si va a ser la mía la que está disminuida) que quiere que le enseñe al perro a «NO HACER SUS NECESIDADES», el primate debe pensar que enseándole al perro este no vuelve a «CAGAR» en su vida, vamos que todo está en la mano del dueño a la hora de enseñarle. Con lo facil que hubiera sido poner simplemente «Recogelo» por ejemplo.

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 Y aquí termina uno de los paseos que suelo hacer en mi maravillosa ciudad, de la que no hace falta salir para encontrarse en plena naturaleza.

 

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